30 de septiembre de 2013

Henry Salt y la cuestión del especismo


Uno de los precursores y pioneros más importantes del movimiento de Derechos Animales fue el escritor y activista inglés Henry Stephens Salt. En esta entrada me gustaría relatar brevemente algunos de los puntos más importantes acerca de su trabajo.

De entre los muchos datos que se pueden exponer acerca de su vida, creo que es importante destacar que Henry Salt conoció personalmente a Mahatma Gandhi durante una convención vegetariana en Gran Bretaña y tuvo una influencia determinante en su pensamiento, haciéndole conocer la obra de Henry David Thoreau.

El pensamiento de Salt es importante por ser el primer pensador que anticipó la idea de los Derechos Animales en su libro titulado precisamente «Los Derechos de los Animales». La peculiaridad de esta obra radica en ser la primera que, en lugar de partir de la tradicional y asentada posición del 'bienestar animal', Salt reconoce que los animales tienen derechos que no deben vulnerarse para beneficiar los intereses humanos; independientemente de la manera en que dichos interesados sean vulnerados. Es decir, Salt propugna que los humanos deberíamos dejar de utilizar a los demás animales, y respetar sus vidas y su libertad. En ese libro ya apuntaba la idea de que el bienestar genuino es incompatible con la explotación:

«[...] conforme la civilización avanza, las crueldades inseparables del sistema de sacrificio se han ido agravando, en vez de disminuir, debido tanto a la mayor necesidad de transportar animales a grandes distancias, por mar y tierra, en condiciones de premura y dureza que impiden por lo general toda consideración humana hacia su bienestar, como a los torpes y bárbaros métodos que con harta frecuencia se practican en esos antros de tortura que se conocen como "mataderos privados".»

Salt expone en esa obra que hablar de derechos para los otros animales carece de sentido si éstos deben estar sujetos a los deseos y caprichos de los humanos, y  que ellos son individuos que poseen sus propios intereses: 

«La falaz idea de que las vidas de otros animales no tienen «finalidad moral» está conectada en su raíz con estas pretensiones filosóficas o religiosas que con tanta fuerza ha condenado Schopenhauer. Vivir una vida propia —realizar el propio ser de uno— es la más elevada finalidad moral tanto del hombre como del animal, y que los animales poseen su correspondiente grado de individualidad difícilmente puede dudarse. Hemos visto —dice Darwin— que los sentidos e intuiciones, las diversas emociones y facultades, tales como el amor, la memoria, la atención, la curiosidad, la imitación, la razón, etc., de las que el hombre se vanagloria, puede hallarse en estado incipiente, o incluso bien desarrollado en animales inferiores

Lo que se está argumentando aquí es la fundamental noción de valor inherente, que es uno de los dos pilares fundamentales de la ética. Esto es, sólo los seres dotados de sensación pueden valorar. Ellos se valoran a sí mismos —valoran su conservación, su bienestar, su libertad— aunque nadie más lo hiciera.

Puesto que solamente los seres con capacidad de sentir puede tener experiencias subjetivas —sensaciones, deseos, intenciones— y de este modo perciben conscientemente lo que les rodea en tanto que les beneficia o perjudica. Por esto, su valor es intrínseco; es inherente a ellos mismos. Así lo explica Salt:

«Es ésta, así pues, la postura de quienes afirman que los animales, al igual que los seres humanos, tienen necesariamente determinados derechos limitados, que no pueden negárseles, como se les niegan ahora, sin incurrir en injusticia y tiranía. Poseen individualidad, carácter, razón. Y poseer esas cualidades es tener el derecho a ejercitarlas en la medida en que se lo permitan las circunstancias que lo rodean. "La libertad para elegir —dice Ouida— es la primera condición de la felicidad animal, así como de la humana. ¿Cuántos animales de un millón tiene incluso libertad relativa en algún momento de su vida? No se les permite elección alguna, y todos sus instintos naturales son negados o sometidos a la autoridad". Y, sin embargo, ningún ser humano tiene justificación para considerar a ningún animal como un autómata carente de sensibilidad al que puede hacer trabajar, al que puede torturar, devorar, según sea el caso, con el mero objeto de satisfacer las necesidades o caprichos de la humanidad.»

En definitiva, podemos considerar que Henry Salt sería el padre de la ética de los Derechos Animales que posteriormente desarrollarían filósofos y activistas como Leonard NelsonDonald WatsonLeslie Cross y Tom Regan.

Quisiera terminar citando un último párrafo, en esta ocasión de su libro "Seventy Years Among Savages", en el que Salt señala otro punto muy importante: la noción de que todo crimen contra los individuos —ya fueran humanos y no humanos— es igualmente injusto, y que deberíamos rechazarlos todos por igual, puesto que todos los individuos tienen en el mismo valor moral —no hay razón para presuponer que la vida humana sea más moralmente más valiosa que las vidas de otros animales:

«Ninguna nación o individuo puede mejorar sin un cambio de mentalidad. Los activistas de todas las clases deben reconocer que es inútil predicar la paz por sí sola, la justicia social por sí sola, la anti-vivisección por sí sola, el vegetarianismo por sí solo, o el respeto hacia los animales por sí solo. La causa de todos los males que infligimos al mundo es la misma: la falta general de humanitarismo, la falta de conocimiento de que toda vida sintiente es igual, y que quien perjudica a sus semejantes se está perjudicando a sí mismo.»

27 de septiembre de 2013

Simbiosis, parasitismo y explotación animal

GRANJAS DE ESCLAVOS


En ocasiones se declara que los humanos tenemos una “relación simbiótica” con los otros animales que explotamos, como un intento de justificar esta explotación.

Dejando a un lado la falacia naturalista que hay intrínseca en ese argumento; es cierto que nuestra explotación sobre los demás animales sería una relación simbiótica pero es un caso específico de simbiosis. 

Hay tres tipos básicos de simbiosis
  1.  Mutualismo: ambos se benefician voluntariamente. 
  2.  Comensalismo: uno se beneficia y el otro no es perjudicado.
  3.  Parasitismo: uno se beneficia a costa de perjudicar al otro.
Creo que podemos comprobar que en nuestra relación de “simbiosis” con los demás animales actuamos ciertamente como parásitos de los animales, en tanto que ejercemos la explotación sobre ellos; consumiendo su libertad, su salud y sus vidas para nuestro beneficio.

Biológicamente los humanos no somos organismos parásitos, puesto que no estamos determinados ni necesitamos parasitar a otros animales para vivir. Es un hecho que los humanos podemos vivir saludablemente sin explotar a los animales. No necesitamos utilizar a los animales para satisfacer nuestras necesidades vitales y gozar de una buena calidad de vida.


Pero incluso aunque fuéramos biológicamente parásitos tampoco estaría bien que actuáramos como tales. La necesidad no es justificación moral. Incluso si fuéramos fisiológicamente carnívoros sería injusto que utilizáramos a otros animales como alimento. En ese caso también deberíamos buscar la manera de vivir sin explotar a otros animales.

Sin embargo, no estoy señalando que el hecho mismo de parasitar sea algo intrínsecamente malo desde un punto de vista moral. La conducta de los otros animales no se puede juzgar moralmente. Sólo se pueden evaluar moralmente las acciones de los agentes morales, es decir, de quienes somos responsables de nuestros actos porque podemos controlar conscientemente nuestra conducta de acuerdo a normas y principios éticos.

Cuando los humanos practicamos la caza considero que estamos actuando como si fuéramos depredadores. Esta forma de comportarnos es éticamente errónea porque conlleva que vulneremos el principio de igualdad y el respeto por el valor inherente de los animales sintientes. No obstante, el hecho mismo de la depredación cometida por animales no humanos no se podría juzgar moralmente en sí, pues se trata de un hecho amoral, debido a que en ese caso no hay agentes morales implicados en su existencia.

25 de septiembre de 2013

La estructura de la opresión especista


La explotación de los animales no humanos es primeramente un problema de violencia cultural. Hemos asimilado la creencia de que los animales existen para servir a las necesidades y deseos humanos.

Esta violencia está basada ideológicamente en el prejuicio del especismo, que excluye a los animales de la comunidad moral por no pertenecer a la especie humana, y en la cosificación de los animales a través de una doctrina que afirma que son seres inferiores que están en el mundo para ser utilizados por los humanos.

Esta mentalidad especista fundamenta toda una dinámica de violencia materialmente estructurada contra los animales no humanos a través de las costumbres, la economía y las instituciones sociales.


Ante esta situación hay dos conductas básicas que podemos y deberíamos adoptar:


Primero; fomentar la educación de las personas a través de la crítica sobre el especismo y la opresión contra los animales. Es imposible pretender un cambio en nuestra relación con los demás animales si no hay un cuestionamiento serio de nuestras creencias y nuestros hábitos.


Segundo; animar a la ruptura con las dinámicas de consumo que apoyan la opresión especista en los diferentes estratos sociales —individuos, familias, empresas— mediante la difusión educativa del veganismo. Explicar que es injusto utilizar a los animales, y que podemos vivir saludablemente sin utilizarlos, es una actividad fundamental para lograr detener esta violencia.

La violencia contra los animales no es un caso aislado sino que se trata de una actividad social que se practica sistemáticamente. Los animales son violentados para servir de comida, de vestimenta, de entretenimiento, y otra serie de fines para beneficio de los humanos que los explotan.

La clave para termina con la opresión sobre los animales es el veganismo



22 de septiembre de 2013

Todos somos Tordesillas




«Cierto que sería inútil limitarse a la condena de las corridas sin tener en cuenta el terrible trato que sufren los animales por su carne o por sus pieles en granjas y mataderos. La fiesta de toros constituye la parte visible de un iceberg: la actitud depredadora del hombre sobre el mundo animal y sobre el medio físico.» ~ Antonio Elorza

Todos somos Tordesillas. Todos vivimos y participamos en una sociedad especista que esclaviza a los animales nohumanos. Condenar a una determinada población por hacer lo mismo que se hace en el resto de la sociedad es algún tipo de incoherencia o hipocresía.

Lo que sucede en el denominada Toro de la Vega no es esencialmente diferente de lo que ocurre cotidianamente a nuestro alrededor. Por ejemplo, en los mataderos. O cuando la gente se sienta a comer trozos despezados de animales, o cuando compra otros productos de origen animal, o asiste a espectáculos en donde son utilizados animales nohumanos. Se trata de actividades que implican utilizar a otros animales sin su consentimiento y vulnerando sus intereses. Les causamos sufrimiento y muerte para nuestro beneficio.



No hay ninguna diferencia con el hecho de comer animales o de consumir cualquier producto de origen animal. Detrás de todos ellos hay víctimas que son esclavizadas y asesinadas.

A las víctimas no les importa si las esclavizamos y asesinamos al aire libre o lo hacemos a puerta cerrada. Sólo quieren vivir y disfrutar de su vida en libertad. Igual que nosotros. La sintiencia es inherente a todos los animales que poseemos sistema nervioso.

Por tanto, denunciar la tauromaquia o el Toro de la Vega de forma aislada es algo injusto. Porque no estás denunciando los mataderos y el resto de formas de explotación animal. Las tauromaquia (o cualquier festejo taurino) es sólo son una parte más de la opresión especista. Hablar de ella como si fuera algo excepcional, único o diferente es equivocado. Participar en la tauromaquia o en el Toro de la Vega es lo mismo que sentarse a la mesa a comer animales. En todos los casos se disfruta a costa de la explotación de otros animales. 

Que incluso haya taurinos en contra del Toro de la Vega demuestra la arbitrariedad que existe en nuestros juicios acerca de la relación que tenemos actualmente con los demás animales. Establecemos diferencias irrelevantes entre las distintas formas de explotación, según nuestra conveniencia o gusto.

Por otro lado, aunque cause sufrimiento, la tauromaquia no es una "tortura" en el sentido estricto de la palabra. 

Quienes participan en la tauromaquia no disfrutan por el sufrimiento, sino a costa del sufrimiento. Esta es una distinción muy relevante. No disfrutan sabiendo que sus víctimas sufren, sino que precisamente ignoran dicho sufrimiento, para concentrarse en la estética o en la emoción que motiva el espectáculo.

Miremos lo que dice Leonardo Anselmi, activista contra la tauromaquia - y bien conocido por todos los taurinos y antitaurinos:
«"Vi la grabación de la corrida en la que José Tomás indultó a Idílico. Estéticamente fue espectacular". ¿Aficionado repentino? "Una cosa no quita la otra. Hay que reconocer el aspecto cultural y tradicional de la tauromaquia", aclara.»
¿Es Anselmi un sádico? Según el razonamiento de los propios antitaurinos sí lo sería. Pero yo creo que no lo es. Y lo que dice demuestra que se puede simplemente disfrutar de la tauromaquia por una cuestión de estética, no por sadismo.

No es sadismo ni crueldad. Es especismo. Lo mismo da que la consecuencia de ese especismo sea la tauromaquia o sea un matadero. No hay diferencia. No hay diferencia ni para las víctimas ni desde el punto de vista de la ética.

Si consumimos productos de origen animal (carne, lácteos, huevos, lana,...) estamos causando de manera directa y deliberadamente sufrimiento y muerte a millones de animales inocentes. ¿Dónde está pues la diferencia moralmente relevante más allá de nuestros gustos subjetivos?

Casi todos los seres humanos participan en la explotación de los demás animales. No lo hacen porque sean sádicos o malvados, sino porque creen que los demás animales son seres inferiores que existen para nuestro beneficio. Es un problema de prejuicio. Igual que el problema del racismo o el sexismo.

Por tanto, si no hay diferencia entra la tauromaquia y el resto de la explotación especista, pedir sólo el fin de la tauromaquia (o sólo el fin del Toro de la Vega), ignorando así al resto de las víctimas del especismo, es como pedir a una sociedad que esclavizara seres humanos que deje de esclavizar sólo a los blancos, ignorando al resto de víctimas de la esclavitud por ser de otra raza. Del mismo modo, abogar a favor del fin de un determinada forma de explotación animal, en lugar de pedir el fin de todo uso de animales nohumanos, es una discriminación injusta contra los demás animales. 

Hay varias causas que explican la prevalencia de una campaña ultra-monotemática (como es la iniciativa contra el "Toro de la Vega") frente a la difusión del veganismo. Una de ellas es psicológica: tendemos a empatizar más fácilmente con individuos concretos y localizados que con cifras abstractas de individuos a los que a menudo ni siquiera podemos ver ni conocer.

La campaña contra el Toro de la Vega (y demás campañas similares) no está promoviendo el respeto por todos los animales. Más bien lo está ignorando y marginando. Porque está ignorando y marginando al resto de animales nohumanos que igualmente serán explotados y asesinados. Explotados y asesinados incluso por gente que participa en esa campaña, y que consumen productos de origen animal.

Es una campaña arbitraria, injusta, y que no ayuda en nada a solucionar el problema. Más bien al contrario, ese tipo de campañas hostiles sólo consigue que la gente se reafirme aún más en sus intenciones y busquen patrocinadores y ayudas de políticos para continuar con más fuerza lo que hacen. Tal cual ha ocurrido con la tauromaquia.

La única abolición real es el veganismo. La abolición de la esclavitud que padecen todos los animales nohumanos. Pero esa campaña no promueve el veganismo. Solamente habla de una sola víctima de la opresión especista como si las demás no existieran. Esa campaña no tiene nada que ver con el veganismo. El veganismo abarca a todos los animales explotados por causa del especismo.

Promover una campaña antitaurina es como hacer una campaña contra la pederastia que sólo tenga en cuenta a los niños blancos, discriminando al resto de niños sólo por no ser de raza blanca. O que solamente tenga en cuenta a los niños varones, pero que discrimine a las niñas por su sexo. ¿Qué pasa con el resto de víctimas?

Si viviéramos en una sociedad - como ocurría hace miles de años - donde los humanos fueron esclavizados sin distinción, ¿acaso no sería racista pedir que solamente los humanos blancos estuvieran libres de la esclavitud, discriminando a otros humanos no-blancos? ¿Acaso no sería sexista pedir que solamente los varones fueran libres de la esclavitud, discriminando así a las mujeres? Entonces, ¿acaso no es especista pedir - ya sea en un evento o una campaña - que solamente unos animales nohumanos de una especie concreta (toros, perros, caballos,…) estén libres de nuestra explotación?

El hecho de que la tauromaquia no sea esencialmente diferente de cualquier otro uso de animales nohumanos implica que no tiene justificación que nos centremos en denunciar la tauromaquia e ignoremos el resto de la opresión especista contra los demás animales.

Debemos rechazar las campañas antitaurinas por la misma razón que rechazaríamos una campaña en favor de las vacas que son asesinadas en los mataderos y que al mismo tiempo ignorara a los cerdos, pollos y demás animales igualmente asesinados en esos mataderos. De lo contrario estamos aceptando la injusta discriminación del especismo y apoyamos la misma arbitrariedad moral que decimos rechazar. 

La forma correcta de abolir la tauromaquia, y toda forma de explotación animal, consiste en ir a la raíz del problema: la mentalidad especista que considera que los demás animales son seres inferiores que existen para nuestro beneficio, y que permite y motiva nuestra violencia contra ellos.

Mientras no consigamos que este paradigma moral que impera en nuestra sociedad sea cuestionado y rechazado, no conseguiremos evitar que sus consecuencias se sigan sucediendo.

Si queremos cambiar la situación actual, tenemos que confrontar el prejuicio del especismo en las personas que se encuentran a nuestro alrededor, y en nosotros mismos, y no desviar nuestra atención aisladamente a otros casos de opresión especista que ocurren a cientos o miles de kilómetros, sólo porque nos parezcan más crueles o notorios.

Pensar que lo erróneo en nuestra actual relación moral con los demás animales es solamente la "crueldad" significa fomentar la idea de que esclavizar a otros animales resulta inmoral sólo si se les maltrata o se les hace sufrir. Pero la esclavitud es igualmente injusta sin importar la manera en que se lleve a cabo. Y nuestra actual relación con los demás animales sólo puede ser calificada correctamente como esclavista. En tanto que los tratamos literalmente como nuestra propiedad.

La esclavitud es una violación del principio de igualdad: supeditamos los intereses de los nohumanos a los nuestros, para nuestro propio beneficio; les sometemos a la condición de propiedad para usarlos como recursos, como medios para satisfacer nuestras necesidades y deseos.

El problema es el hecho mismo de que utilicemos a los animales nohumanos como medios para nuestros fines; y no la manera en que les utilicemos. El error está en la esclavitud y no en la manera específica en que esclavizamos a los demás animales.

Incluso aunque algunos seamos veganos, todos somos Tordesillas, porque todos formamos parte de una sociedad que se basa en la explotación de los animales nohumanos. Pero tenemos la obligación de cambiar esta situación.

Si todo este razonamiento es correcto, entonces la única opción lógica es el veganismo.

12 de septiembre de 2013

No soy un amante de los animales



No me considero un 'amante de los animales'.

He sentido un especial afecto personal por algunos animales con los que he convivido en mi vida privada, pero no amo a los animales en general, porque el amor es un sentimiento particular. ¿Cómo podría amar a individuos que ni siquiera conozco? En todo caso podría decir que intento ser respetuoso con todos los animales porque el respeto es un deber moral, basado en razones, que no depende de nuestras preferencias personales.

Yo respeto a todos los seres humanos, como personas que son, pero no por eso soy un 'amante de los humanos'. ¿Acaso si estoy en contra de la opresión patriarcal sobre las mujeres significa eso que soy un 'amante de las mujeres'?

Muchos que dicen amar a las mujeres no las respetan, porque el amor no es lo mismo que el respeto. El amor es un afecto personal que está sujeto a diferentes interpretaciones subjetivas según cada caso. En cambio, el respeto moral es una obligación objetiva basada en razones.

No me considero un amante de los animales. El amor no puede fundamentar la igualdad y el respeto hacia todos los seres sintientes. El amor es una preferencia afectiva. Es un sentimiento dirigido hacia determinados individuos que no se puede, ni se debe, obligar ni forzar. Además, al ser una inclinación emocional relativa a cada individuo no puede fundamentar la moral; la cual por definición debe ser universal.

Si bien es cierto que la palabra amor es polisémica y puede tener significados diferentes según el contexto y el sentido que le dé cada persona.

De hecho, yo creo el amor no tiene un significado propio sino que se usa para señalar diversos instintos y sentimientos. Sabemos que el amor hacia una madre es un sentimiento diferente del amor a la pareja, pero usamos la misma palabra para referenciar ambas actitudes.

En un texto fundacional del veganismo, titulado «Veganismo definido», Leslie Cross afirma que el veganismo se fundamenta en el amor, pero, si atendemos al contexto de sus palabras, no creo que se refiera a un sentimiento de afecto emotivo, como el que sentiríamos por un familiar o un amigo o una pareja, sino más bien a una preocupación empática por la vida, la libertad y el bienestar de los animales. Es cierto que algunos autores consideran el amor en un sentido de consideración moral. Por ejemplo, Martin Luther King, siguiendo la tradición cultural griega, distingue el amor en tres sentidos fundamentales eros, filia y ágape. El ágape sería un amor universal hacia todas las personas. Sin embargo, este último sentido no es el sentido habitual de lo que coloquialmente entendemos por amor.

El término amor suele hacer referencia a un sentimiento de afecto, aunque algunos autores usen este término en un sentido moral, como sinónimo de lo que nosotros entendemos como respeto o consideración ética, pero aportándole un aspecto emocional. Leslie Cross apela al amor en sus textos para señalar el fundamento del veganismo, pero el amor al que se refiere sería un amor diferente del amor filial o el amor romántico, y se trataría más bien de un amor moral, es decir, un deseo de que los animales no sean dañados y se les respete por lo que son en sí mismos, y no por lo que puedan ser para nosotros. 

No obstante, lo habitual es que el término amor se refiera a un sentimiento de afecto, que suele ser su significado habitual, y que no tiene relación con el sentido moral. Es a este sentido emocional al que me refiero principalmente en este ensayo.

Si la moral se basara en las emociones que siente cada persona entonces ni siquiera tendría sentido hablar de moral. ¿Cómo podríamos juzgar si una emoción nos conduce a una conducta éticamente correcta o incorrecta? Solamente podemos saberlo mediante criterios objetivos y universales, es decir, mediante la razón. De lo contrario, si la emoción fuera la base de la ética, caeríamos en el capricho y la arbitrariedad de que lo sintiéramos en cada momento. Así, no tiene sentido hablar de moral si todo se reduce a actuar subjetivamente por deseos particulares.

A menudo se utiliza el término 'amante de los animales' en sentido despectivo para descalificar a cualquier postura que pretenda defender la inclusión de los animales no humanos en la comunidad moral. Del mismo modo que antaño se llamaba 'amante de los negros' a los que eran contrarios al racismo. Los que somos contrarios, también, al especismo tenemos que recibir a menudo descalificativos provenientes tanto por parte de los más intransigentes partidarios de la opresión especista, así como por parte de algunos animalistas que todavía no han superado el prejuicio del especismo.

Sucede que cualquier prejuicio es compatible con el afecto personal. Alguien puede sentir afecto, o incluso amor, por aquellos seres que considera como inferiores o como simples medios para sus fines. Podemos sentir un gran afecto por objetos de nuestra propiedad, como sería una casa o un automóvil. Por eso sería un error creer que el hecho de sentir afecto hacia ciertos individuos no humanos implica o conduce necesariamente a respetarlos.

Podemos encontrar a muchas personas que se declaran amantes de los animales y que comen animales. Afirman amarlos pero no los respetan. No los respetan porque no respetan su individualidad y sus intereses al mismo nivel que los suyos propios. Los aman igual que aman sus pertenencias personales. Este amor sentimental no conlleva respeto, aunque tampoco lo excluya.

En nuestra sociedad actual, el hecho de 'amar a los animales' significa algo muy parecido a decir que uno 'ama los automóviles'. Es decir, la mayoría de la gente, debido a su prejuicio especista, considera que los animales son objetos o recursos que existen para nuestro beneficio. Se trata pues de un amor cosificador. Es el mismo caso que si un machista dijera: «yo amo a las mujeres». Esto no quiere decir que las respete, puesto que considera que las mujeres existen para servir a los varones y las utiliza para su propio beneficio sin tener en cuenta su voluntad ni sus intereses propios. Es un amor utilitario.

Hay otra razón por la cual el amor sentimental no puede ser un referente moral. Se dice a veces que no debemos perjudicar a los demás animales porque los amamos, pero ¿qué pasaría si no los amáramos? ¿Si alguien no ama a los animales significaría eso que está bien que los esclavice o asesine? Por supuesto que no.

La razón por la que debemos respetar a los demás animales se explica teniendo en cuenta el hecho de que poseen un valor intrínseco. Esto significa que los animales son seres conscientes —son individuos que tiene su propia voluntad e intereses, que no debemos quebrantar por razones instrumentales. Así lo explica la filósofa Priscilla Cohn:

«Al aseverar que los animales tienen un valor inherente, quiero decir que su valor es independiente de nuestros juicios respecto de su utilidad, belleza y así sucesivamente. Decir que los animales tienen un valor inherente significa entonces que su valor no es instrumental, o que no son meramente medios para nuestros fines humanos.» [Priscilla Cohn, Una concepción inherentista de los animales, 1999]

Ciertamente, el amor nada puede decirnos acerca de si lo que hacemos está moralmente bien o mal. Tampoco puede decírnoslo el odio, el asco o cualquier otra emoción.

La idea de los Derechos Animales no se basa en el sentimiento sino en las nociones objetivas de justicia y respeto por todos los seres sintientes, independientemente de su especie y de nuestros sentimientos acerca de ellos; sin importar si nos resultan simpáticos, bonitos o agradables. En lo referente a ser sujeto de consideración moral, el único requisito necesario y suficiente es la capacidad de sentir.

Podemos debatir sobre el papel del amor en nuestra consideración moral hacia los animales y hacia los humanos pero el punto central es que debemos respetarlos. Tanto si los amamos como si no, deberíamos respetarlos a todos por igual y no dar preferencia arbitraria a los intereses de unos frente a los de otros, ni tampoco tratarlos como objetos o recursos para satisfacer nuestras necesidades y deseos.

Nada de lo aquí expuesto pretende ser un alegato contra el amor sino que se trata sólo de una concisa aclaración: debemos respetar a los demás animales como imperativo moral y esta obligación moral no se basa en el sentimiento sino en el razonamiento.

Si bien es cierto que no somos seres puramente racionales y necesitamos nuestra parte emotiva para percibir y actuar en el mundo. Podemos prescindir del amor para fundamentar la ética pero tal vez no podamos prescindir del amor para actuar éticamente. 

7 de septiembre de 2013

El resurgimiento del comercio de piel: por qué debemos clarificar nuestro mensaje



Este artículo es la traducción de un texto escrito por la activista vegana Stevie Schafer, en el cual explica las nefastas consecuencias que han tenido la campañas animalistas contra la industria peletera y la necesidad de replantear radicalmente la manera de enfocar nuestra postura como activistas ante el problema de la explotación animal. Debido a la relevancia y concisión de sus argumentos he decidido publicarlo, confiando en que ayude a entender uno de los principales problemas que hay en el mismo seno del ámbito animalista. Espero que os resulte de interés.

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Tras décadas de campañas contra la industria peletera, la piel está de vuelta en el comercio de la moda, a pesar de los esfuerzos de los defensores de los derechos los animales. Ahora se promueve la "piel ecológica" o la "piel humanitaria" y se desdeña las alternativas sintéticas alegando que explotar animales es más respetuoso que el petróleo. ¿Cómo ha llegado a ocurrir a esto? 

Objetivos. ¿Cuáles son nuestros objetivos? 

Para ser justo, no se lo hemos puestos fácil a la gente a la hora de hacerle comprender qué es lo pretendemos. Utilizamos un lenguaje que oscurece nuestros motivos. Preferimos exponer la dicotomía "cruel vs. humanitario" en lugar de pedir "el fin del uso de animales". Los activistas en el movimiento consideran un victoria el hecho de que los animales esclavizados sean asesinados en formas menos horribles. ¿Es esto lo que realmente buscamos? ¿No deberíamos acaso dejar claro que pedimos que ningún animal sea traído al mundo para ser utilizado y asesinado? ¿No deberían todas las personas que defienden los derechos de los animales pedir el fin del uso de los animales y ser veganos?

Es evidente que nuestro lenguaje es poco claro. Un "vocabulario de motivos" es un término para describir los lemas y los términos que la gente utiliza para justificar sus actos. Respecto de un movimiento social, como son los derechos animales, este vocabulario explica por qué existe el movimiento y por qué la gente forma parte de él.

Los movimientos sociales dependen del compromiso de sus miembros en lograr lo que se proponen, y por eso es esencial ser claros acerca de nuestros objetivos.

Si el movimiento de derechos animales busca el fin del uso de los animales no humanos, eso requiere que sus miembros traten de lograrlo. Sin embargo, con el actual lenguaje de "crueldad" y "humanitario" estamos muy lejos de hacer entender que nuestra finalidad es el fin del uso de animales no humanos. Difícilmente podremos hacer entender a la gente por qué el veganismo es una parte esencial de los derechos de los animales, si ellos no desean el fin del uso de los animales.

Cruel y humanitario: cómo la industria peletera utiliza nuestro propio lenguaje

Focalizando en "la crueldad" de la industria peletera, y en las investigaciones ocultas, se ha conseguido abrir un mercado para la piel "humanitaria". La industria peletera ha respondido a las objeciones basadas en pedir el "fin de la crueldad" y en "detener el abuso contra los animales" poniendo a la venta productos que se publicitan con esos mismos lemas.

Los vídeos y las descripciones de la crueldad son, por supuestos, exitosas en provocar respuestas emocionales, y para algunas personas esto es motivo suficiente para dejar de consumir animales. Sin embargo, la falta de consistencia en el vocabulario no aporta razones claras por las cuales la gente debe cambiar su forma de vida. El auge de la piel "humanitaria" muestra que muchos han asimilados el mensaje de que es importante preocuparse por la forma en que los animales nohumanos son tratados: "!No hace falta ser vegano! Eso es muy extremista. Podemos preocuparnos por los animales y llevar su piel al mismo tiempo."

La tendencia a focalizar en el trato, y no en el uso, se puede comprobar sobre todo en los países occidentales. Las encuestas en Gran BretañaEstados Unidos y Australia muestran que la gente está concienciada respecto del bienestar de los animales no humanos, aunque continúa consumiéndolos. Una vez más, la gente está siguiendo los términos expuestos por las figuras prominentes del ámbito animalista. El énfasis en la "crueldad" ha dado pie a la utilización y comercialización del término "humanitario" por parte de la industria de explotación animal. Ellos utilizan el lenguaje de los animalistas. ¿Alguien se sorprende luego de que la gente no comprenda por qué no consumimos huevos de "gallinas camperas"?

Sostenibilidad y eco-lenguaje

El nuevo giro de la industria peletera también se apropia del hecho de que la gente está cada vez más concienciada respecto del impacto ambiental de los materiales sintéticos. A menudo se etiqueta al veganismo como "ecológico" y la industria peletera ha entrado en este contexto presentando como argumento que "la industria de producción de pieles tiene como objetivo mantener a largo plazo el equilibrio ecológico".

No deberíamos sorprendernos de que la industrial peletera utilice términos como "sostenible", "ecológico" y "verde" para responder a los argumentos presentados por los activistas contra la explotación animal. El hecho de que calificativos como "sostenible" o "ecológico" sean apropiadamente utilizados por la industria peletera demuestra la total incompetencia de los argumentos medioambientales para proporcionar razones claras y consistentes en contra del consumo de piel. 

Hora de cambiar el vocabulario

Si la piel ha resurgido, especialmente en la forma de piel "humanitaria" y "ecológica" se debe parcialmente a fallos en el vocabulario que utilizamos. La industria peletera ha sido capaz de asumir el propio lenguaje utilizados por los animalistas y adoptar estrategias que respondan a los argumentos utilizados contra ella misma.

Si los activistas realmente desean lograr el fin del uso de los animales no humanos, entonces necesitamos exponer claramente nuestros objetivos. Las industrias que utilizan, confinan, y asesinan a los animales no humanos han adoptado nuestro lenguaje y lo hablan con fluidez, como si fuera su lengua materna. Aunque algunos de nosotros consideramos que el significado de los términos ha sido manipulado y no refleja el significado que pretendemos darle. Pero ¿acaso es no es lo que ocurre cuando rechazamos el ser claros? ¿No es lo que sucede cuando ocultamos nuestros objetivos e intentamos utilizar un lenguaje más indirecto y atractivo para el público

Teniendo en cuenta todo el tiempo y dinero empleados en las campañas anti-piel, quizás sea hora de reflexionar acerca de cuáles son los objetivos de nuestro movimiento y utilizar un lenguaje que de forma clara y exacta refleje dichos objetivos. 

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Aunque considero que las observaciones de Schafer son acertadas, considero también que el problema en al activismo animalista no afecta solamente al lenguaje sino que es un error completo de enfoque.

Las campañas monotemáticas es decir, centradas en una determina forma de explotación especista —o en una determinada especie de animales no humanos— son injustas y no tienen ninguna efectividad a la hora de conseguir que los humanos respetemos los intereses de los no-humanos.

No hay nadie que realmente crea que necesitamos utilizar a otros animales para poder vestirnos. Entonces, ¿por qué sigue existiendo la industria que explota a otros animales para vestimenta? Porque no es una cuestión de necesidad: es un problema de prejuicio. El prejuicio especista es lo que permite y motiva a que esto suceda. Debido a ese prejuicio se considera socialmente aceptable explotar a otros animales para satisfacer nuestros caprichos o para obtener un beneficio económico.

Si ahora mismo en nuestra sociedad no hay una explotación institucionalizada de canibalismo o de piel humana se debe a que no hay una demanda de ella sino que, por el contrario, existe un rechazo masivo y generalizado en contra de esta explotación humana. La explotación de los animales no cesará mientras no cese la demanda social, y ésta no dejará de existir mientras en nuestra cultura permanezca la idea de que los demás animales son medios para satisfacer fines humanos.

Así es por lo que en tanto que no exista previamente una base social suficiente de personas que apoye la abolición del uso de animales nohumanos, resultará imposible conseguir leyes que protejan los intereses de los animales no humanos mientras estos sigan siendo considerados como propiedad de los humanos.


Conseguir un cambio sustancial en esta situación requiere como primer paso una evolución del paradigma moral desde la actual visión de los no-humanos como recursos de los humanos hacia una visión de los nohumanos como personas con derechos. Y ese cambio sólo se puede lograr a través de la educación vegana.

La actual situación de los animales no humanos nunca cambiará realmente mientras no haya una mayoría social de gente que rechace su estatus de propiedad a través del veganismo.


3 de septiembre de 2013

El principio de igualdad



El especismo es una creencia asumida y cotidiana en nuestra sociedad. A casi todos nos han educado en base a este prejuicio. Sin embargo, también es cierto que tenemos la capacidad de cuestionar y cambiar las creencias y hábitos que nos han sido inculcados. Si lo hacemos, quizás podamos ver que el especismo es una grave injusticia que causa directamente billones de víctimas inocentes.

A lo largo de la historia se ha considerado normal tener en cuenta solamente a los individuos que eran de nuestro mismo grupo particular [raza, sexo, nación,...] y discriminar los que eran de otro grupo distinto. Pero esta forma de pensar es injusta por dos razones fundamentales.

Primero; porque ni la raza ni el sexo afectan a la capacidad de sentir. Ésta es la única característica que importa a la hora de reconocer que alguien es sujeto de consideración moral. Todos los individuos con sistema nervioso centralizado podemos sentir, y por tanto tenemos voluntad e intereses propios.

Segundo; porque si aplicamos la lógica a la consideración moral entonces los intereses de unos deben ser considerados de igual forma que los mismos intereses de otros, precisamente porque son los mismos intereses, aunque aparezcan en individuos diferentes.

La lógica es la base de la ética. En realidad, la lógica es la base de todo conocimiento, puesto que algo de carezca de base lógica no podría siquiera ser comprendido ni percibido en modo alguno.

El principio moral de igualdad exige que todos los individuos, y sus intereses relevantes, sea considerados de manera igual —al mismo nivel— porque son los mismos intereses aunque se den en individuos diferentes. Así lo explica el profesor James Rachels:

«Los individuos deben ser tratados de la misma manera a no ser que haya una diferencia relevante entre ellos que justifique una diferencia de trato. [...] Cualquier diferencia entre individuos que justifique una diferencia de trato depende del tipo de tratamiento en cuestión. Una diferencia que justifique alguna clase de diferencia de trato no necesariamente justifica otra.» [James Rachels, Created from Animals; capítulo 5]

Las diferencias que existen entre humanos y animales no justifican discriminar a los animales de la comunidad moral y tratarlos como si fueran cosas que sólo tienen un valor instrumental en función de nuestros deseos y necesidades. 

Por ejemplo, no tiene relevancia el hecho de que otros animales no sean capaces de tener responsabilidades y obligaciones morales, o que no sean capaces de comprender lo que es la ética, para ser reconocidos como miembros de la comunidad moral. Muchos otros seres humanos tampoco son capaces de comprender la responsabilidad moral y aun así comprendemos que merecen un respeto básico y no ser tratados como meros recursos. Me estoy refiriendo a los bebés, a personas con discapacidad mental, a ancianos seniles.

Hay muchos seres humanos que no puede tener obligaciones y aun así merecen el mismo respeto que nosotros, porque la razón para respetar a un individuo no tiene que ver con sus capacidades intelectivas, sino  que está directamente relacionado con la posesión de la capacidad de sentir. Los otros animales, experimentan sensaciones y poseen intereses. Esto es lo único que importa en a la hora de reconocer un valor moral. No la especie, ni la raza, ni el sexo, ni ninguna otra característica irrelevante a la capacidad de sentir.

No hay ninguna diferencia cualitativa entre seres humanos y los demás animales que justifique el hecho de que los discriminemos del mismo respeto moral básico que reconocemos a los humanos.

La explotación que los humanos estamos cometiendo sobre los animales no humanos se intenta justificar del mismo modo que se ha intentado justificar la explotación y matanza sobre otros seres humanos; apelando a que eran diferentes de nosotros porque carecían de alguna cualidad determinada que no tiene relación con el hecho de sentir, de tener conciencia e intereses. Esa práctica injustamente discriminatoria se basa en lo que otros autores han denominado como «el principio mafia», es decir, la discriminación y violencia sobre otros individuos que no pertenecen a nuestro grupo social particular.

La misma dinámica se repite cuando discriminamos en función de la especie. Preferimos ignorar que los demás animales sienten, sufren, y desean vivir; con la excusa de que son 'inferiores' porque no son humanos o porque no son tan inteligentes como nosotros. Cuando actuamos así demostramos que no hemos aprendido nada de los graves errores de nuestro pasado.

En esto consiste la igualdad en sentido moral: que todos las entidades moralmente relevantes que sean iguales deben ser reconocidas y tratadas moralmente de forma igual. De ese modo lo explica el profesor Tom Regan:

«Este principio declara que los deseos, necesidades, esperanzas,..., de diferentes individuos, cuando son de igual importancia para estos individuos,  son de igual importancia o valor sin importar quiénes sean los individuos: príncipe o indigente, genio o idiota, blanco o  negro, masculino o femenino, humano o animal. Este principio de igualdad de inte­reses parece proporcionar un fundamento filosófico para evitar las más burdas for­mas de prejuicio, incluidos el racismo, el sexismo y, siguiendo a Ryder y Singer, el especismo.» [Tom Regan, Derechos Animales, Injusticias Humanas, 1980]

Por lo tanto, el principio moral de igualdad nos exige a reconocer como iguales a todos los seres sintientes en su valor inherente. Todos los seres dotados de sensación son individuos con voluntad e intereses propios; son seres conscientes. Esto significa que valoran su propia supervivencia y bienestar. De este modo, todos los seres conscientes poseen un valor intrínseco.

Si todos los seres sintientes poseen igualmente un valor inherente entonces merecen la misma consideración moral básica; lo cual implica, entre otras cosas, no utilizarlos como meros recursos para satisfacer nuestros fines, es decir, no usarlos como comida, vestimenta, transporte o sujetos forzados de experimentación o entretenimiento. Expresado mediante una fórmula kantiana: no tratarlos como simples medios para nuestros fines.

El principio de igualdad nos exige de igual modo que erradiquemos el estatus de propiedad al que hemos sometido a los animales. Seguir considerando a los no-humanos como nuestras propiedades supone supeditar sus intereses a los nuestros apelando simplemente porque ellos no son humanos.

Si todos los individuos son iguales en tanto individuos, entonces discriminar los moralmente en función de la especie es tan injusto como discriminar en base a la raza. Así pues, todos los animales merecen el mismo respeto básico, y ese respeto implica que no usemos a nadie como nuestra propiedad, como un mero recurso para satisfacer nuestros deseos. Deberíamos respetar a cada individuo como un fin en sí mismo y no tratarlo como un simple medio para una finalidad.

Además, no tenemos necesidad que nos obligue a utilizar a otros animales. Podemos vivir perfectamente con una alimentación vegana —sin sustancias de origen animal y podemos satisfacer todas nuestras demás necesidades [vestimenta, higiene, ocio,...] sin tener que usar a otros animales.

La explotación que ejercemos sobre los demás animales no sólo es una actividad injustificable, y terriblemente dañina, sino que además es innecesaria en cualquier sentido razonable del término.

Para quien desee conocer una explicación más extensa y detallada acerca del principio moral de igualdad, recomiendo encarecidamente la lectura del libro «Introducción a los Derechos Animales»