28 de julio de 2013

«¿Es el especismo inevitable?»



Esta entrada es una traducción de la reseña que el académico Lee J. Markowitz escribió sobre el libro recientemente publicado de Hal Herzog. Este libro defiende el especismo como una tendencia inevitable y se posiciona en favor del mantener nuestra dominación sobre los animales no humanos; lo cual es criticado por Markowitz en el siguiente texto.

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¿ES EL ESPECISMO INEVITABLE?

Lee J. Markovitz

Primavera 2011


"Sólo me importan los humanos, los simios y los perros".

Tras escuchar a un conocido mío expresando la afirmación que se puede leer más arriba, me plantee varias cuestiones. Primero: ¿por qué alguien se preocuparía sólo por los humanos, los primates no humanos, y los perros? Y: ¿cómo puede ser esa perspectiva tan común hasta el punto de no sorprender a la mayoría de la gente? ¿La forma de pensar, y de actuar, de la mayoría de la gente sobre diferentes especies animales refleja un razonamiento lógicamente defendible o simples intuiciones que nunca son revisadas críticamente? ¿A qué se deben?

En este libro, Hal Herzog —un experto en relaciones entre humanos y nohumanos— expone datos y teorías acerca de la mentalidad y las actitudes acerca de los demás animales. Tres —a menudo implícitas—ideas son recurrentes: [a] la forma de pensar de los humanos sobre los animales no humanos —a los que denomina 'animales'— tiende a ser ilógica y especista[1]; [b] para la gran mayoría, no hay problema moral con el hecho de pensar y actuar de forma especista; y [c] esa forma de pensar y actuar es inevitable.

En lo que respecta al primer punto [a], estoy de acuerdo con Herzog. Sin embargo, aunque pienso que Herzog aporta ideas importantes a sus lectores, sus conclusiones respecto de los puntos [b] y [c] sostienen una visión injustificadamente limitada sobre las capacidades humanas, y tienden a reforzar el especismo.

El libro tiene dos principales aspectos positivos. Primero, Herzog explica a los lectores los muchos aspectos ilógicos y especistas en la relación de los humanos con los demás animales, y sus dañinas consecuencias. Segundo, Herzog expone una gran variedad de factores biológicos, psicológicos y sociales —en sintonía: 'biopsicosociales'— que hay detrás de nuestras ideas y nuestra conducta respecto de los demás animales. Por ejemplo, Herzog explica que hay aproximadamente unas 65.000 especies de mamíferos, aves, reptiles y peces, pero resulta que los humanos sólo nos preocupamos por unas pocas de ellas.

Además, la gente no escoge a las especies favorecidas en base a un criterio lógico. De hecho, uno de los factores más poderosos es lo 'encantador' que es el animal. Herzog se apoya en la psicología evolucionista para explicar este rasgo recurrente: a los animales nohumanos que se parezcan a los niños humanos —es decir: caras redonditas, ojos tiernos— se les suele dar un trato más favorable que a otros animales que resultan menos atractivos para los humanos. Esas preferencias fueran necesarias para la supervivencia de nuestra especie, pero desgraciadamente favorecen la explotación de los animales que no encontramos agradables.

Herzog señala además que hay una extendida oposición pública a las peleas de gallos, pero no al consumo de carne, recalcando que 'por miles de veces' más pollos han muerto debido a las preferencias humanas sobre comida que a las peleas de gallos, y que 'es difícil negar que hay menos sufrimiento provocado por las peleas de gallos que por nuestra ansia de consumir cadáveres de pollos'. Herzog se adentra a esclarecer los factores morales y biopsicosociales, referentes a otras prácticas, como son la tenencia de mascotas, la experimentación animal, y el consumo de carne. Le aplaudo por introducir a los lectores en estas cuestiones y tratarlos de forma amena y rigurosa.

Desafortunadamente, a lo largo del libro, Herzog apoya la idea de que no hay problema con los prejuicios ilógicos y especistas en nuestra forma de pensar, y que, de todas maneras, es imposible superarlos. De hecho, el libro está lleno de proclamas especistas, como por ejemplo: 'Estaría dispuesto a sacrificar a una gran cantidad de ratones para encontrar una cura del cáncer' [página 24], o cuando dice que ese tipo de investigación es 'perfectamente razonable'.

Sin embargo, su declaración más chocante y decepcionante aparece en la última página. Después de discutir las contradicciones lógicas que hay en la forma de pensar de los humanos respecto de los animales, Herzog concluye: 'He llegado a la conclusión de que este tipo de contradicciones no son anomalías o hipocresías.' Y añade: 'Son más bien algo inevitable. Y evidencia de nuestra humanidad [sic]' [página 396; énfasis añadido].

La creencia de Herzog de que el no-especismo está condenado a fracasar se expresa también en su valoración del vegetarianismo —entendido como una dieta no especista. Por ejemplo, las tres secciones sobre el vegetarianismo se titulan de la siguiente manera: "La cuestión de los vegetarianos que comen carne"; "La abstinencia de carne y desórdenes alimenticios: el lado oscuro del vegetarianismo", y "¿Por qué muchos vegetarianos vuelven a comer carne?".

Ocasionalmente, el lector podrá encontrar algún dato positivo sobre vegetarianismo —beneficios para la salud— pero la mayor parte del análisis se compone de un balance negativo. Finalmente, Herzog se muestra sorprendentemente hostil hacia quienes luchan por terminar con el especismo. Por ejemplo, se refiere a las teorías no especistas de Joan Dunayer como 'tonterías' y piensa que ella simplemente es 'presa de una teoría'. No está claro por qué razón Herzog adopta una perspectiva tan fanáticamente especista.

Dado que el objetivo del libro era introducir a los lectores en el estudio de las relaciones entre humanos y animales, adoptar semejante postura militante se antoja innecesaria. De hecho, existe el riesgo de que al proporcionar un análisis tan manifiestamente tendencioso, se obstaculice en la posibilidad de que el lector se forme su propia opinión sobre estas cuestiones.

Considero que la exposición que Herzog lleva a cabo sobre la mentalidad especista no es imparcial sino más bien sesgada. En concreto, desafío la afirmación de Herzog sobre que la mentalidad especista es 'inevitable'. Mi planteamiento se basa en la combinación de tres líneas de pensamiento e investigación.

Primero, hay evidencias de que, como resultado de la evolución, los humanos sentimos empatía hacia las víctimas que han sido perjudicadas y/o tratadas injustamente [ver: De Waal «Altruism»; Haidt & Joseph, «Intuitive Ethics»].

Segundo, es claro que dicha empatía puede conducirse hacia los animales [ver: Furnham, «Personality»; Hills, «Motivational Bases»].

Tercero, destacados pensadores argumentan que la evolución nos ha dotado de una enorme —aunque no infinita— flexibilidad en nuestra forma de pensar, sentir y comportarnos [ver: Buss, «Human nature and culture»; De Waal, «Our inner ape»].

Combinando estos tres puntos, creo que la capacidad humana para la empatía puede ser dirigida hacia los animales y que esta empatía puede motivar que los seres humanos revisen sus creencias y conductas. Realmente es difícil reconciliar la existencia de, aproximadamente, dos millones de veganos que hay en Estados Unidos [2009, Harris, Interactive poll] con la afirmación por parte de Herzog de que la mentalidad ilógica, especista, es inevitable.

La flexibilidad que la evolución nos proporcionó ha permitido que tengamos una variada gama de creencias acerca de las prácticas que involucran a los animales —que van desde hasta la explotación extrema hasta la compasión. Por lo que sería mucho más realista sostener que una filosofía de vida vegana no especista[2] está al alcance —pero quizás en los límites más alejados— de la capacidad evolutiva humana, aunque la mentalidad explotadora también pertenezca a esa misma capacidad evolutiva.

Teniendo en cuenta estas dos capacidades opuestas, y tomando conciencia de que la explotación animal es innecesaria y todo el sufrimiento que causa, considero que es responsabilidad de científicos y expertos el investigar y publicar los factores que son necesarios para desarrollar los elementos empáticos y compasivos de la naturaleza humana. Específicamente, deberían determinar qué circunstancias son necesarias para activar y mantener la capacidad humana de empatía respecto de los animales.

Un objetivo adicional —y relacionado— debe ser encontrar la manera de reducir el especismo empleando lo que hemos aprendido acerca de las otras formas de prejuicio, actitudes y persuasión. Pero la visión de Herzog acerca de la supuesta inevitabilidad de una mentalidad ilógica, especista, le han apartado de explorar esas cuestiones. Como consecuencia, no se favorece que los lectores entiendan el papel que los expertos en crítica social pueden ejercer para reducir la mentalidad especista.

En resumen, agradezco a Herzog el haber expuesto muchos temas importantes, explicando datos científicos y académicos de forma didáctica. Sin embargo, pienso que las conclusiones que establece simplemente tienden a reforzar, más que a revisar, la mentalidad especista y la conducta explotadora. Por desgracia, sus lectores tenderán más a asumir que los humanos no podemos evitar el pensar de forma especista, que a tomar conciencia de la capacidad que tienen para reducir, o eliminar, su propio especismo.

Notas

1. A pesar de subtítulo del libro, Herzog ni explica qué significa "pensar correctamente" acerca de los demás animales ni describe qué tipo de conducta conlleva. En la reseña, utilizo el término "especista" para describir la noción de que el valor moral de un individuo depende de la especie a la que pertenece [ver Singer, «Animal Liberation»]
Nota del traductor: Berkowitz se refiere al subtítulo del libro en su versión original en inglés: "Why it is so hard to think straight about animals": ["Por qué es tan difícil pensar correctamente sobre los animales".]
2. No está claro si sería más apropiado decir que los veganos asumen un "menor especismo" que un "no-especismo". Sin embargo, Herzog pretender conceptualizar la mentalidad especista como una dicotomía —o está presente o no lo está, y en todos los casos, está presente. Pienso que tiene más sentido considerar una graduación en el pensamiento, y los expertos en temas sociales pueden jugar un papel crítico en disminuir la mentalidad especista, y de ese modo salvar a muchos animales de la explotación.

Obras citadas

Buss, D. “Human nature and culture: An evolutionary psychological perspective.” Journal of Personality, 69:6 (2001): 955-978.

De Waal, F. "Our inner ape". New York: Berkley, 2005. [Hay traducción española: Frans de Waal, «El mono que llevamos dentro»]

De Waal, F. “Putting the altruism back into altruism: The evolution of empathy.” Annual Review of Psychology, 59 (2008): 279-300.

Dunayer, J. "Speciesism". Derwood, MD: Ryce, 2004.

Furnham, A., McManus; Scott, D. “Personality, empathy and attitudes to animal welfare.” Anthrozoos 16 (2003): 135-146.

Haidt & Joseph (2004) “Intuitive ethics: How innately prepared intuitions generate culturally variable virtues.” Daedalus 133 (Fall, 2004): 55-66.

Hills, A. (1993). “The motivational bases of attitudes toward animals.” Society & Animals: Journal of Human-Animal Studies 1:2 (1993): 111-128.

Singer, P. "Animal liberation: A new ethics for our treatment of animals". New York: Random House, 1975. [Hay traducción española: Peter Singer, «Liberación Animal»]

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Artículo original: «Is Speciesism Inevitable?»

25 de julio de 2013

Chomsky y el razonamiento moral



Me he encontrado con unas declaraciones de Noam Chomsky en las que decía lo siguiente:

«La pornografía es la humillación y la degradación de las mujeres. Una actividad con la que no quiero tener nada que ver. Sólo mira las imágenes. Las mujeres son reducidas a vulgares objetos sexuales. Eso no es lo que somos los seres humanos. Ni tan si quiera veo que haya nada que discutir. Si para algunos eso es erotismo: es su problema. Si ellos obtienen satisfacción con la humillación de las mujeres, tienen un problema.»

Ante esto podríamos decir enseguida lo siguiente: lo que has afirmado sin razones, puede ser igualmente rechazado sin razones. Por lo tanto, podríamos desechar esas declaraciones legítimamente.

Cuando alguien dice que un tema "ni siquiera se debería discutir" lo que quiere decir es que él no quiere que se razone ni se presenten argumentos que aportar. Sólo quiere imponer su punto de vista sin que haya discusión ni razonamiento. Esto casi parece alguna clase de fascismo. ¿Cómo puede ser que un intelectual anti-autoritario y de prestigio como Chomsky llegue a expresar semejante declaración?

Por otra parte, si fuera cierto que en la pornografía las mujeres son reducidas a objetos, entonces eso implicaría que no se les pide su consentimiento explícito ni tampoco se tienen en cuenta sus intereses, pero creo que esto no ocurre en la pornografía. Entiendo que quienes participan en ella lo hacen con pleno consentimiento y sin que ninguno de sus intereses sea vulnerado. Las mujeres adultas son conscientes de sus actos y tiene derecho a elegir libremente qué hacer con su vida, siempre que no implique violar los derechos de nadie —ni los de ellas mismas.

Hasta donde yo sé, la pornografía consiste básicamente en filmar relaciones sexuales entre adultos y comerciar con las imágenes obtenidas. Relaciones que no son diferentes de lo que ocurre en el ámbito privado donde los adultos tienen sexo consentido. ¿Quiere decir esto que el mero hecho de tener relaciones sexuales con mujeres es reducirlas a objetos? No tiene sentido. ¿O quizás el problema esté en el hecho de publicar o comerciar dichas imágenes?  ¿Y por qué debería ser esto un problema si se produce con el consentimiento de adultos y no implica dañar a nadie?

Si alguien sostiene que al consumir pornografía estaríamos cosificando a las mujeres ¿cuál es la diferencia al consumir cualquier otro tipo de cinematografía? De hecho ¿qué diferencia moral hay entre consumir pornografía y consumir cualquier otro servicio que provean adultos de manera consentida y sin vulnerar los derechos de nadie? ¿No estamos cosificando a sus participantes? La cosificación implica que las personas son tratadas como objetos —se ignora su voluntad, se vulneran sus intereses. Si la actividad se realiza entre adultos responsables, y no se viola ningún interés, entonces no puede haber cosificación.

Aparte, en general todo el enfoque de esta crítica contra la pornografía me resulta, además, eminentemente sexista al estar focalizada exclusivamente en las mujeres. ¿Los hombres no son 'humillados y degradados' en la pornografía? ¿Por qué? Me resulta apenas sostenible tomar en serio todas aquellas objeciones sin fundamento, que parecen estar motivadas por algún tipo de puritanismo que considera el sexo como algo malo en sí mismo —o más concretamente el sexo heterosexual.

No veo argumentos ni razones por parte de quienes condenan de esta manera la pornografía. Sólo veo juicios de valor no razonados. Las declaraciones de Chomsky son un ejemplo entre muchos otros que se podrían escoger. Llevo varios años intentando comprender por qué hay personas que condenan moralmente la pornografía. Me interesa conocer las razones por las cuales una determinada actividad implica violar los derechos individuales, para así poder evitarla y rechazarla. Pero en este caso concreto, no veo razones. Veo prejuicios, emociones, dogmas religiosos,... pero ni un solo análisis argumentado desde el punto de vista racional.

Pero ¿acaso no puede ocurrir que en el contexto de la pornografía sucedan abusos contra personas? Por supuesto que sí. Como en cualquier otro ámbito. Quienes trabajen de camareros, traductores, policías, enfermeros, profesores,..., pueden ser abusados por sus jefes o compañeros de trabajo. Pero eso no implica que haya nada intrínsecamente malo en sus actividades. 

El fondo del asunto no consiste en defender, o condenar, la pornografía como tal. Lo que me resulta inaceptable es que alguien rechace o condene determinada actividad sin aportar razones y argumentos de peso que justifiquen su actitud. Esto es el centro de la cuestión que pretendo denunciar. Porque cuando renunciamos a razonar sobre un tema estamos renunciando a la lógica y el diálogo. Estamos diciendo que debemos limitarnos a actuar simplemente por deseos personales e imponer nuestro parecer a otros mediante la fuerza. Esto es nada menos que el principio de la coacción y la violencia.

En esas mismas declaraciones, también afirma Chomsky que la pornografía sería comparable al abuso sexual a niños y que, por tanto, no deberíamos 'mejorar las condiciones' del abuso sino directamente eliminarlo. 

En ese último punto estoy totalmente de acuerdo: lo que está mal debe ser rechazado y anulado; no tolerado ni reformado. 

Ahora bien: ¿por qué la pederastia es un abuso sexual? Porque se hace sin el consentimiento informado y explícito de las personas menores que se verían implicadas en esos actos. Los niños no pueden tener una comprensión cabal de lo que hacen y tomar una decisión responsable. No tienen, todavía, la capacidad para entender y enjuiciar todos los elementos y consecuencias que forman parte de una relación sexual.

Así lo explica el profesor Tom Regan en su ensayo «Por qué el sexo con otros animales es una violación de sus derechos», en el cual argumenta que la razón por la que el sexo entre niños y adultos no es una conducta moralmente aceptable es la misma por la cual tampoco es aceptable que tengamos sexo con otros animales. Y, en definitiva, es también la razón por la cual utilizarlos para nuestros fines es siempre inmoral: ellos no pueden dar su consentimiento explícito e informado. El uso de animales no humanos es una violación de sus derechos. 

En definitiva, esta supuesta polémica sobre la pornografía ha sido meramente un ejemplo mediante el cual señalar, por un lado, la necesidad moral de la razón y, por el otro,  que las razones que existen para reprobar el abuso contra seres humanos no son distintas, sino que son las mismas, que reprueban el abuso contra otros animales. Cualquier utilización de animales no humanos es un abuso, porque se hace sin su consentimiento, contra su voluntad, a costa de vulnerar sus intereses básicos.

Considero que quien no acepte este criterio ético universal para nuestra relación —como agentes morales— con todos los seres sintientes, alegando que los animales no humanos deben ser excluidos de la consideración moral en lo que se refiere al respeto básico por su individualidad y sus intereses, estaría simplemente expresando un prejuicio irracional, al que denominamos especismo.

21 de julio de 2013

Peligroso veganismo




Se ha intentado presentar el veganismo como algo dañino así como otros movimientos de justicia social —como el feminismo, el laicismo, o el escepticismo— también son caricaturizados y distorsionados por sus contrarios, intentando hacer creer que son poco menos que el principio del apocalipsis.

Hace unos días en el blog Alerta Religión se exponía una de estas habituales distorsiones propias de las tendencias reaccionarias. En esta ocasión el ataque provenía de dirigentes religiosos en contra de la igualdad de la mujer:

«Encuentro muy peligroso este fenómeno llamado feminismo, porque las organizaciones feministas proclaman una pseudo-libertad para las mujeres que debería manifestarse en primer lugar fuera del matrimonio y fuera de la familia.

”El hombre mira hacia afuera, debe trabajar y hacer dinero, mientras que una mujer siempre se enfoca hacia adentro, hacia sus hijos y su hogar. Si este rol excepcionalmente importante de la mujer es destruido, todo se destruirá como consecuencia: la familia y, si se quiere, la patria.»

La verdad es que me ha resultado muy curioso leer esta declaración, pues me ha recordado que algunos detractores del veganismo exponen un discurso difamatorio y apocalíptico muy similar con el fin de descalificarlo. Incluso podría reescribir el párrafo en versión anti-vegana:

«Encuentro muy peligroso este fenómeno llamado veganismo, porque las organizaciones veganas proclaman una pseudo-libertad para los animales que debería manifestarse en primer lugar fuera del uso y la dominación del ser humano.

”El hombre mira hacia afuera, debe trabajar y hacer dinero, mientras que los animales sólo existen para que saquemos un beneficio de ellos. Si este rol excepcionalmente importante del animal es destruido, todo se destruirá como consecuencia: la economía y, si se quiere, la civilización.»

El feminismo pretende que las mujeres dejen de ser discriminadas de la plena consideración moral. Ser tratadas como personas y no usadas como objetos. El veganismo pretende lo mismo respecto de los animales no humanos. Lo que importa es la sintiencia. Es decir, el hecho de poseer consciencia sensitiva y todo lo que esto implica:  subjetividad, sensaciones, emociones, voluntad, intereses.

Todos los ataques contra el feminismo y el veganismo están motivados por los mismos motivos: el beneficio y la inercia de mantener el status-quo establecido. Los varones se benefician de mantener sometidas a las mujeres o simplemente continúan la inercia de los prejuicios que les han inculcado. Del mismo modo, los humanos nos beneficiamos al explotar a los animales o simplemente lo hacemos por continuar los hábitos que hemos adquirido desde la infancia.

Veganismo y feminismo son movimientos análogos. Sólo se diferencian en el tipo específico de opresión que combaten. El feminismo se opone a la tradicional dominación patriarcal que los varones han ejercido sobre las mujeres. El veganismo se opone a la dominación especista que los humanos estamos cometiendo sobre los demás animales. Ambos por igual se basan en el principio moral de igualdad y en concepto ético del valor intrínseco del individuo.

Es comprensible que todos los movimientos morales surgidos al amparo de la Ilustración y que se oponen a algún dogma profundamente arraigado en la sociedad —ya se trate de la religión, el pensamiento mágico, el machismo, o el especismo—encuentren una fuerte resistencia y reacción contraria a cualquier intento de erradicarlo. Pero lo único que queda ante esto es seguir persistiendo y confiando en la racionalidad y el sentido moral que es inherente a todos nosotros.

18 de julio de 2013

Falacia de apelación a una práctica común

A menudo oímos que se intenta justificar la práctica de explotar animales apelando a que es algo hace la mayoría de la gente o diciendo que es algo que muchos animales también practican. Este argumento es una versión de lo que en teoría de la argumentación se conoce como falacia ad populum.

Lo cierto es que lo que otros muchos individuos hicieran no es un hecho que justifique moralmente que nosotros imitemos o repitamos o continuemos su conducta en ningún caso por el mero hecho de que muchos simplemente actúen del tal manera.

Tratar de justificar la explotación animal alegando que la mayoría de humanos explotan animales —y que continuarán haciéndolo aunque nosotros individualmente la rechacemos— es exactamente lo mismo que intentar justificar el asesinato, la tortura o la violación de humanos alegando que hay muchos otros humanos que no dejarán de asesinar, torturar o violar aunque nosotros rechacemos esa conducta.

Tratar de justificar la explotación de animales diciendo que otros animales comen animales es exactamente lo mismo que intentar justificar el asesinato, la tortura o la violación alegando que hay otros humanos que asesinan, torturan y violan.

Los otros animales carecen de responsabilidad moral —ellos no pueden reflexionar éticamente ni controlar moralmente su conducta— mientras que nosotros sí podemos ser conscientes de que nuestros actos afectan a otros individuos y podemos controlarlos para tener en cuenta sus intereses.


No hay ninguna conexión lógica ni hay ninguna compulsión o condicionamiento biológico que nos obligue a actuar de igual manera que otros se comportan simplemente porque ellos actúen de ese modo y haya alguna semejanza entre ellos y nosotros.


12 de julio de 2013

El origen de la moralidad


«En el fondo de todas las almas existe un principio innato de justicia y de verdad moral anterior a todos los prejuicios nacionales, a todas las máximas de la educación. Este principio es la regla involuntaria sobre la cual, a pesar de nuestras propias máximas, nosotros juzgamos nuestras acciones y las ajenas como buenas o malas, y es a este principio al que doy el nombre de “conciencia”.» ~ Jean- Jacques Rousseau


Cuando hablamos de moral en general nos podemos referir tanto al contenido propia de la moral [normas, principios, razonamientos] como a la capacidad de poder actuar moralmente, es decir, a la moralidad. Existe una cierta confusión entre ambos sentidos de la moral; si bien no son lo mismo. Al igual que no es lo mismo la lógica en sí misma que la capacidad para comprender el contenido de la lógica. Es una distinción sencilla pero, sin embargo, muchos la confundan como una sola.

En este ensayo hablaré concisamente de cómo surge la capacidad moral: la moralidad. Por tanto, al hablar de moral a secas entenderé por ello el contenido de la moral, y por moralidad nos referiremos a la capacidad moral: a la capacidad de comprender y actuar de acuerdo con el contenido de la moral —la base fisiológica que permite la existencia de la capacidad moral.

En este ensayo trataré de argumentar la tesis de que la moralidad es pues una facultad innata en determinados individuos y no una capacidad secundaria derivada de otras ni un constructo cultural.

La ciencia no puede determinar una postura moral

Si bien para comprender cómo surge esta capacidad moral es indispensable recurrir a la investigación científica, —puesto que se trata de una cuestión netamente empírica— es importante tener claro que la ciencia no puede decirnos acerca del contenido de la propia moral, en un sentido valorativo. Es decir, la ciencia nunca va a poder mostrarnos cuál norma debemos seguir o cuál tipo de conducta es moralmente correcta.

En general, la ciencia no puede mostrarnos nada sobre lo que debería ser sino solamente sobre lo que es. La ciencia sólo puede corroborar hechos. De la ciencia no emana la ética. Aunque bien es cierto que sin el conocimiento que nos proporciona la ciencia no podríamos disponer de la misma certeza empírica que ayuda a aplicar correctamente nuestros razonamientos morales en la vida práctica.

La ciencia puede ayudarnos a conocer el mundo y lograr una mejor calidad de vida. Pero, aparte del conocimiento empírico y el bienestar, la ciencia no puede establecer en qué criterios deben basarte conceptos morales como la libertad, el respeto, la igualdad o la solidaridad.

Por ejemplo, la ciencia no puede decirnos si está bien o mal practicar el canibalismo. La ciencia puede decirnos si el canibalismo es fisiológicamente posible o explicarnos cómo funciona el proceso de asimilación digestiva. Pero la ciencia nada puede decir acerca de su corrección moral. Esta dimensión particular pertenece exclusivamente a la ética. Esto es, a la filosofía moral. La ciencia es un conocimiento de tipo descriptivo, mientras que la ética es de carácter propiamente normativo.

¿Qué dice la ciencia acerca del surgimiento de la moralidad?

La investigación científica señala que la moralidad es una facultad singular, que tiene un origen biológico y evolutivo. Esta cualidad —tal y como han evidenciado algunos expertos como Franz de Waal y Marc Bekoff en sus estudios— no solamente aparece en los seres humanos sino también en otros animales, puesto que el sentido moral es una capacidad desarrollada en la mente.

Darwin nunca declaró que la moral fuera un producto de la evolución. Lo único que señaló al respecto es que nuestra capacidad para actuar moralmente era un producto del desarrollo evolutivo del intelecto y de la interacción social con otros individuos. No es lo mismo. No es lo mismo la matemática que la matematicidad —no es lo mismo el contenido sustancial de la matemática que la capacidad de operar y comprender las nociones matemáticas. No es lo mismo tener la capacidad de respetar a otros individuos que la noción de que los individuos tienen un valor intrínseco que no debe ser sacrificado por motivos instrumentales. ¿De dónde sale esta idea? De la biología parece evidente que no.

En los estudios realizados sobre la moralidad se exponen evidencias empíricas acerca de la existencia un sentido moral innato, es decir, no determinado por la educación ni el contexto social. Como digo, este sentido es compartido no sólo por humanos sino que también aparece en otros animales.



Así, resulta razonable suponer que el sentido moral es una cualidad innata y no una habilidad aprendida. Esta cualidad se basaría en dos categorías básicas:

[1] La empatía —comprender intuitivamente que los otros individuos también sienten y poseen intereses como nosotros.

[2] La equidad —la noción mental de que todos debemos ser tratados de manera igualitaria.

La capacidad moral primaria es inherente al intelecto en determinados animales y funciona de acuerdo con la lógica. Por tanto, la referencia central de la ética es la lógica, y no es el egoísmo, ni la tradición, ni las emociones, ni los gustos o intereses personales, ni tampoco la supervivencia o el poder.

Ahora bien, el solo fenómeno de la evolución biológica no explica la existencia de la moral. No es poco frecuente que se confunda la capacidad de cooperar organizadamente entre individuos, a lo que podemos denominar como sociabilidad, con la capacidad moral.

La capacidad moral es un tipo de aplicación de la lógica inherente a nuestro intelecto. La conciencia moral es un desarrollo de la empatía que nos permite colocarnos imaginadamente en el lugar de otros individuos y valorar sus intereses al mismo nivel que los nuestros. Esto tiene como consecuencia lo que denominamos como altruismo. Es un sentido peculiar que no tiene que ver con la supervivencia propia sino con la preocupación por los demás y la superación del egoísmo.

La moralidad es distinta de la sociabilidad

Un error habitual a este respecto consiste en confundir la capacidad de sociabilidad —cooperar con otros individuos para beneficio propio— con la moralidad, es decir, la capacidad de comportarnos moralmente. La sociabilidad no es lo mismo que la moralidad.

La moralidad no es necesaria para conseguir la supervivencia individual o para lograr la cooperación colectiva en beneficio de los miembros de un grupo. La capacidad de colaborar con otros es una consecuencia del instinto instinto gregario que se manifiesta en diferentes formas y grados en según cada especie y en cada individuo particular.

La moralidad es una cualidad innata, cuyo contenido es objetivo y universal. En cambio, la sociedad es convencional y relativa. Los principios o reglas morales se derivan puramente del razonamiento, mientras que las normas o pautas sociales se establecen mediante el acuerdo o la imposición externa. Es por esto que podemos juzgar si unas normas sociales son justas —esto es, si están de acuerdo a la moral— o injustas.

Las evidencias muestran que lo que caracteriza particularmente a la moralidad es, por un lado, la identificación con otros individuos —la empatía— y, por otro lado, la consideración igualitaria de los intereses de todos los individuos —esto es, la justicia. Así hablamos de la justicia en sentido moral. Esto no tiene que ver con con la supervivencia, ni con los gustos subjetivos, ni con la reciprocidad, sino con un sentido innato de altruismo.

La moralidad es una capacidad genuina de ponernos en el lugar de los demás, y situar al mismo nivel nuestros intereses a los de los otros individuos, independientemente de las características secundarias de esos individuos: raza, sexo, especie,... Por tanto,  la moral no se puede fundamentar ni en el beneficio propio egoísta, ni en el acuerdo convencional, ni tampoco en los meros deseos subjetivos de cada uno.

Si hablamos de gustos, entonces no hablamos de moral. Los gustos pueden ser moralmente aceptables o pueden no serlo. Si hablamos de acuerdos o de convenciones sociales entonces no hablamos de moral. Los acuerdos y las convenciones puede ser moralmente aceptables o pueden no serlo. Hay un criterio objetivo sobre lo que está bien y lo que está mal. Y sobre ese criterio, por un lado, se basa el sentido moral y, por otro lado, se fundamenta la ética y su contenido.

La moralidad es una cualidad subjetiva pero su contenido es objetivo

Lo que ha surgido en la evolución biológica es la moralidad pero no la moral. No son lo mismo. En evolución ha surgido la facultad de poder comportarnos moralmente —la moralidad. Una facultad que ciertamente compartimos con otros animales, que también poseen un sentido moral básico. En la evolución ha surgido la moralidad así como surgido la capacidad de poder razonar lógicamente o matemáticamente, pero ni la lógica ni las matemáticas son producto de la evolución, así como la moral tampoco lo es. Son estructuras de la realidad anteriores a la biología.

Por otra parte, en contra de las teorías que afirman que la moral es fruto de la convención social como una forma de conseguir el beneficio mutuo, los
experimentos realizados hasta la fecha evidencian de una manera bastante clara que nacemos con un capacidad moral intrínseca. Esto es, no tenemos solamente en cuenta nuestro beneficio sino que también somos conscientes, a una edad muy temprana, que los demás individuos también tienen intereses como nosotros, y comprendemos que todos los individuos y sus intereses deben ser considerados, y deben serlo de manera igualitaria. Esto es la moral.

El sentido moral de justicia y de equidad no se basa en una convención social o circunstancial, sino que tiene su origen en un reflejo neurológico cerebral que nos permite aplicar la lógica a la realidad.

El fundamento de la moral es la lógica, la cual tiene presencia inherente en nuestra mente. Todos los principios y valores morales [verdad, justicia, igualdad, valor intrínseco, responsabilidad, empatía] se basan en la lógica.

El razonamiento moral consistiría esencialmente en aplicar las categorías lógicas a nuestra conducta. La ética es respetar la lógica como criterio de conducta, tanto en la forma como en el contenido de nuestros actos.

Las evidencias contradicen la idea del relativismo moral, al indicar que existe una moral objetiva y universal. Aunque existan códigos morales distintos, que son fruto del contexto social y los intereses particulares de algunos, la moral no es un invento cultural, sino un hecho biológico —neurológico concretamente— que tiene su fundamento en la lógica. La moral es una dimensión y una característica peculiar que surge en el intelecto a partir de cierto desarrollo cerebral. Tal y como señala Steven Pinker:

«Nacemos con una gramática moral universal que nos obliga a analizar nuestras acciones en términos de su estructura moral.» 

A menudo se intenta justificar diferentes criterios morales para diferentes individuos alegando que no todos somos iguales, cuando lo cierto es que, aunque cada uno de nosotros es un individuo único y singular, todos los animales sintientes somos iguales en el hecho de que sentimos, de que tenemos voluntad propia y una serie de intereses básicos comunes.

Por esta razón, la consideración moral debería incluir por igual a todos los individuos. Esto es, a todos los seres conscientes.




Bibliografía relevante:

- Darwin y el sentido moral [2003] José Luis Velázquez

La mente moral: cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro sentido del bien y del mal [2008] Marc Hauser

- La mente y el cosmos [2012] Thomas Nagel

- La moral: ¿innata o adquirida? [2013] Nelson Molina Ramírez

El Innatismo Moral, un nuevo Paradigma de Desarrollo Moral [2013] Mº Pilar Quiroga Méndez

- La conciencia moral: entre la naturaleza y la autonomía [2013] Adela Cortina

- El Cerebro Altruista [2015] Donald Pfaff

5 de julio de 2013

Justificando la esclavitud



Este texto es la traducción de un artículo escrito por Robert Higgs, en el cual expone los argumentos más habituales que se utilizaron hace siglos para justificar la esclavitud sobre seres humanos. Estoy seguro de que a todos aquellos que hemos discutido en alguna ocasión sobre el especismo y la explotación de los animales, todas estas excusas se nos antojarán increíblemente familiares.

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DIEZ RAZONES PARA NO ABOLIR LA ESCLAVITUD

Robert Higss


La esclavitud ha existido durante miles de años, en todo tipo de sociedades y lugares del mundo. Imaginar la vida social de la humanidad sin ella requiere de un extraordinario esfuerzo. Pero, de cuando en cuando, algunos excéntricos aparecen para oponerse a ella. Muchos de ellos afirman que la esclavitud es una monstruosidad moral y que las personas deben estar libres de ella. Estos individuos adoptan posturas que van desde expresar civilizadamente su desacuerdo hasta actitudes agresivas e incluso violentas.

Cuando la gente se vio en la tesitura de aportar razones para oponerse a la propuesta de abolir la esclavitud, surgieron varias ideas. Aquí encontramos expuestas diez de ellas que he encontrado durante mis lecturas:

1. La esclavitud es natural. Las personas son distintas, y por lo tanto debemos asumir que quienes son superiores en cierto modo —por ejemplo, en inteligencia, moralidad, conocimiento, capacidad tecnológica o poder— se conviertan los dueños de aquellos que son inferiores. Abraham Lincoln expuso esta idea en uno de sus famosos debates con el senador Stephen Douglas:

«Hay una diferencia entre la raza blanca y la raza negra que considero que siempre impedirá a ambas convivir en condiciones de igualdad social y política. Por lo tanto, mientras permanezcan juntas habrá un nivel superior y uno inferior. Y como cualquier otro hombre, estoy a favor de que la posición superior sea mantenida por la raza blanca.»

2. La esclavitud siempre ha existido. Este argumento ejemplifica la falacia del argumetum ad antiquitatem —apelar a la antigüedad o la tradición. Sin embargo, a menudo persuade a la gente, especialmente a los que tienen una actitud conservadora. Incluso quienes no son conservadores dan legitimidad a este argumento en base a la idea —muy del estilo de Hayek— de que aunque no entendamos por qué una institución persiste, el hecho de que se mantenga en el tiempo debe ser debido a una razón que aún no comprendemos.

3. Toda sociedad ha tenido esclavitud. El corolario que se sigue de esto es que toda sociedad debe tener esclavitud. Para mucha gente, la omnipresencia de una institución parece ser una poderosa evidencia que demuestra su necesidad. Quizás, tal y como muchos argumentan, la esclavitud aparece en todas las sociedad debido a que determinados tipos de trabajo son tan degradantes y sacrificados que nadie libre querrá hacerlos voluntariamente. Por lo que, a menos que tengamos esclavos para realizar dichos trabajos, nadie los hará. Alguien, según dice un dicho del viejo Sur, debe soportar la carga; y la gente libre no aceptará que la utilicen para eso.

4. Los esclavos no son capaces de cuidar de sí mismos. Esta idea fue muy popular en los Estados Unidos durante finales del siglo XVIII y principios del XIX. Tanto George Washington como Thomas Jefferson, que consideraban la esclavitud como moralmente inaceptable, continuaron teniendo esclavos y utilizándolos para su propio beneficio como "sirvientes" —como preferían llamarlos. Sería cruel liberar a seres humanos que seguramente se verán abocados, en el mejor de los casos, a la pobreza y el sufrimiento.

5. Sin sus dueños, los esclavos se verían abocados a la muerte inminente . Esta idea se relaciona con la anterior, llevada al extremo. Incluso después de que la esclavitud fuera abolida en los Estados Unidos en el año 1865, mucha gente continuó difundiendo esta idea. Periodistas del Norte que viajaban por el Sur, informaban que los negros estaban en proceso de extinción debido a su alta tasa de mortalidad, baja tasa de natalidad, y miserable condición económica. Triste pero cierto: algunos de estos observadores declararon que las personas liberadas era realmente incompetentes, holgazanas, o inmorales para actuar a favor de su propia supervivencia. [Ver mi libro: "Competition and Coercion: Blacks in the American Economy, 1865–1914."]

6. Cuando la gente es libre, se comporta mucho peor que cuando es esclava. Este argumento devino muy popular en el Sur durante las décadas anteriores a la Guerra de Secesión. Su mayor defensor fue el escritor pro-esclavitud George Fitzhugh. Los títulos de sus libros hablan por sí solos: "Sociología del Sur, o el Error de Una Sociedad Libre" [1854] y "!Caníbales! o Esclavos sin Dueños" [1857]. Fitzhugh parece haber tomado muchas de sus ideas del escritor reaccionario y racista escocés Thomas Carlyle. La expresión "esclavo asalariado" tiene como referencia a esta arcaica visión. De acuerdo con sus teorías sociológicas, Fitzugh quería extender la esclavitud en los Estados Unidos a la clase trabajadora de raza blanca, !por su propio bien!

7. Abolir la esclavitud provocará un baño de sangre y otros conflictos. En los Estados Unidos mucha gente asumía que los propietarios de esclavos nunca permitirían que el sistema esclavista fuera abolido sin reaccionar violentamente para preservarlo. Por supuesto, cuando la Confederación y la Unión se declararon la guerra —aunque el punto de desencuentro no era la abolición de la esclavitud, sino la secesión de once estados sureños— la consecuencia fue un baño de sangre. Estos trágicos sucesos fueron interpretados por muchos como una prueba que justificaba su rechazo a la abolición. Obviamente, no eran conscientes de que, excepto en Haití, la esclavitud fue abolida en todo el hemisferio norte sin violencia a gran escala.

8. Sin la esclavitud, los ex-esclavos irán por ahí sin control, robando, violando, matando y causando el caos. Preservar el orden social justifica rechazar la abolición de la esclavitud.

9. Tratar de abolir la esclavitud es una estúpida utopía e irrealizable en la práctica; solamente un soñador descerebrado puede creerse o defender semejante propuesta. La gente seria no debería malgastar su tiempo en esas tontas ideas.

10. Olvidemos la abolición. Es mucho mejor tener a los esclavos bien alimentados, vestidos, albergados y ocasionalmente entretenidos, así como mantener sus mentes ocupadas diciéndoles que les espera una vida mejor en el más allá. No podemos esperar que haya justicia en esta vida, pero sí podemos todos —incluyendo a los esclavos— aspirar una vida de placer y disfrute en el Paraíso.

Por aquel entonces, muchísima gente pensó que alguno, o varios, de estos argumentos eran fundamentos adecuados para oponerse a la abolición de la esclavitud. Pero ahora sabemos que esos argumentos son racionalizaciones, excusas, y no razones.

Texto original en inglés: Ten Reasons Not to Abolish Slavery

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Con la perspectiva que aporta el tiempo y la evolución social, vemos ya que todos esos argumentos eran falsos y falaces. Sabemos que ninguna excusa justifica esclavizar a otros seres humanos. Ahora, esos mismos argumentos son utilizados para intentar justificar nuestra dominación sobre los demás animales. Sin embargo, ninguno de ellos tiene más validez o credibilidad cuando se trata de la opresión a la que hemos sometido a las personas no humanas.

El concepto de esclavitud no depende de la especie de la víctima, al igual que tampoco depende de la raza o del sexo. La esclavitud significa tener sometido a alguien como si fuera una propiedad nuestra. Si es moralmente inaceptable que practiquemos la esclavitud sobre otros humanos, ¿por qué sería aceptable practicarla sobre los animales? La especie es un criterio arbitrario, como la raza o el sexo. Lo único que importa es si la víctima puede sentir. Y esto es algo común a todos los animales que poseen sistema nervioso y, por tanto, capacidad de sentir, esto es, experimentar sensaciones y tener intereses.

Irónicamente, según hemos ido progresando en la consideración moral de los seres humanos más se ha ido acentuando la discriminación entre humanos y otros animales. En otras épocas y contextos, esta discriminación especista era mucho más tenue, en el sentido de que se aceptaba socialmente que tanto humanos como animales pudieran ser tratados como meros recursos. La esclavitud humana era una institución normal.

Si reconocemos que los animales poseen un valor moral intrínseco entonces no debemos tratarlos como meros recursos, vulnerando así sus intereses para nuestro beneficio. Al actuar de esa manera tratamos a los animales como si fueran objetos de consumo —en lugar de respetarlos como sujetos que poseen sus propios intereses— y violamos el más elemental principio de igualdad que debe regir una conducta moralmente racional.

Sabemos que la esclavitud humana podía ser abolida, porque de hecho fue abolida, aunque muchos en su momento ni siquiera lo creyeron posible. Todavía está pendiente por abolir la esclavitud a la que están sometidos los otros animales.