25 de abril de 2013

Sobre lógica e identidad




«La sanción ética es un mandamiento semejante a la regla lógica.» 

En un anterior ensayo llamado «El principio de identidad» expuse la idea [anticipada en la nota titulada «Lógica»] de que la lógica —los principios básicos de la lógica— nos proporcionaba el fundamento material de la ética. Así como que en general la ética no es más que la corrección de nuestra conducta según la lógica. Tanto en los comentarios y mensajes que recibí posteriormente a ambos artículos, así como en debates y conversaciones privadas, pude apreciar que los argumentos que presentaba no eran fácilmente comprendidos. Por lo que, antes de seguir desarrollando un razonamiento a partir de los axiomas presentados, voy a seguir incidiendo en las ideas básicas de la teoría que defiendo. 

Hace 2500 años que Parménides expuso teóricamente la base primordial de la lógica [logos] y lo hizo como contenido. Es decir, los principios básicos de la lógica nos revelaban por sí mismos la naturaleza de la propia existencia. Su explicación se limitaba al ámbito ontológico, es decir, a la existencia misma como tal —el ser— y demostraba de manera irrefutable que la existencia es increada, inmutable y eterna. Nadie ha podido refutarle desde entonces ,y mientras la lógica no cambie, y no puede cambiar, sus argumentos son irrefutables.

Ciertamente, la lógica se puede aplicar al ámbito del conocimiento mismo —la epistemología— y precisamente ahí radica el éxito de la ciencia. La ciencia es una forma determinada de conocimiento que se basa rigurosamente en la lógica y en los hechos, en oposición a la explicación mitológica: argumentos basados en la imaginación, la fantasía, los deseos personales. La ciencia ha tenido éxito a la hora de conocer y predecir los acontecimientos naturales por la simple razón de que ha fundamentado en los principios de la lógica y los hechos empíricos. Aparte, claro, de las matemáticas. Pero las matemáticas no son más que un lenguaje para representar cuantificacionalmente el mundo. Las matemáticas sí son una pura herramienta.

Lo que propongo, en definitiva, dentro ya del contexto moral, es que también la lógica, como contenido, se puede aplicar a la ética. La ética consiste esencialmente en respetar la lógica en sí misma mediante nuestra conducta. Principios éticos como la coherencia, la responsabilidad, el respeto por la persona, la igualdad, y otros conceptos morales, están puramente basados en la lógica. No puede ser de otro modo. Es necesario según la lógica. Si la lógica es inherente a la existencia y al pensamiento, carece de sentido lógico que propongamos que la moral no debe estar enteramente supeditada a la lógica, a los principios y categorías lógicas, y su aplicación en nuestra conducta. 

He comprobado que este punto resulta muy difícil de entender para la mayoría de la gente. Estamos todos acostumbrados a utilizar la lógica como un mero instrumento, que nos cuesta verla como un ámbito de conocimiento que tiene su propio valor. Del mismo modo que mucha gente no puede asimilar que los demás animales no son herramientas, sino que ellos tienen su propia personalidad, tienen voluntad e intereses. Tienen un valor intrínseco, por encima de cualquier valor instrumental que les podamos otorgar. Simplemente hay personas que no lo entienden o no lo pueden asumir. Lo mismo ocurre con la lógica. No es más que otro caso en el que varios milenios de inercia nos impiden literalmente cuestionar o derribar nuestros prejuicios adquiridos.

Cuando William K. Clifford alegaba que nuestras creencias para ser moralmente aceptables debían estar siempre basadas en la evidencia comprobable, y lo postulaba como un deber ético, no estaba haciendo otra cosa que aplicar la lógica en sí misma. Cuando William James le replicaba que las creencias que resultan útiles o satisfactorias también deben ser consideradas como válidas, no estaba haciendo otra cosa que rechazar la lógica en favor del predominio de las emociones o del beneficio particular de cada uno.

Si este razonamiento que aquí planteo es correcto, entonces resulta evidente que todas las demás supuestas teorías éticas se basan en arbitrariedades. Por muy consistentes que pudieran ser en su coherencia interna; si no se basan sus fundamentos en la lógica, deben ser racionalmente rechazadas. Puede haber algunas teorías como la kantiana que se basa en el respeto por la persona. Pero su concepto de persona es erróneo. Hay teorías como el utilitarismo que recogen algún aspecto de la sintiencia —como es el dolor y el placer— pero aplican un reduccionismo hedonista que no se justifica en base a las evidencias que tenemos sobre la sintiencia. Todas ellas en general están repletas de errores y dogmas, porque todas son meros reflejos de prejuicios o intereses creados. 

Quizás el punto más controvertido en esta explicación es la noción de identidad. Especialmente he aquí la mayor dificultad, según parece, por lo tanto expondré concisamente qué es la identidad y por qué respetar el principio lógico de identidad implica y equivale a respetar a la persona, es decir, al ser que en sí posee —o, mejor dicho, el ser que es— identidad. La lógica convierte en necesario que respetemos a todos los seres que se identifican a sí mismos. Sobre este punto es importante aclarar dos cosas:
  • Los seres con identidad no son todos los seres —todos los entes o existentes. Éste es el primer error en el que más fácilmente se puede incurrir. Los entes de la existencia, todos los seres que existen, en tanto que existentes se limitan a existir. Las cosas son. La existencia no es identidad. Pero, preguntaréis, ¿acaso cada cosa no es ella misma y no otra cosa? Por supuesto. Pero ese hecho es la existencia, no la identidad. La identidad solamente ocurre cuando nosotros además de existir tomamos conciencia de que existimos, a través primeramente de las sensaciones. Y tomamos conciencia de que otros seres también existen - aplicando el principio de identidad que  hay en nuestro pensamiento. Esta reflexividad —no limitarnos a existir, sino a saber que existimos— es lo que llamamos identidad [A=A] en su nivel más básico. Es la conciencia primaria que explican los neurocientíficos.
  • La identidad personal, o identidad psicológica, es la encarnación biológica del principio de identidad. Y aparece con la conciencia. Y la conciencia a su vez aparece con la capacidad de sentir. Cuando alguien siente, tiene que sentir que es él quien siente, y no otro. Una sensación impersonal o en el vacío es un absoluto imposible. El yo o la subjetividad aparece con la sensación. Y ahí radica la conciencia primaria de todo organismo sintiente. Este hecho se puede representar de manera lógica-formal mediante la expresión "A=A". Por lo tanto, si la identidad se refleja en dos aspectos: lógico [logos] y biológico, ambos deben ser considerados de manera equivalente. Haciendo uso del propio principio de identidad. Esto es, si un razonamiento formal es correcto al respetar el principio lógico de identidad, un razonamiento moral será correcto en tanto que respete el principio psicológico de identidad, es decir, a los seres sintientes.

Hay un detalle que me parece que está favoreciendo cierta confusión sobre estos puntos y que reside en el hecho del sentido que tiene el término "lógica". Porque cuando hablo de lógica me refiero tanto a aquello que tradicionalmente se ha denominado logos - la estructura esencial del universo - como a la disciplina formal del razonamiento (basada en los principios de identidad, no-contradicción, tercio excluso, razón suficiente). Cuando hablo del principio de identidad me refiero al logos pero también al principio de identidad en la lógica formal. La noción de identidad forma parte del pensamiento como estructura básica, pero también se refiere a la conciencia, de nosotros mismos y de lo que nos ocurre, que tenemos cada uno de los seres que podemos sentir. 

El "logos", por supuesto, no se refiere a nada transcendental o metafísico. Es la estructura esencial de la existencia. El universo tiene un entramado formal y eso es a lo que llamamos logos. De hecho, el reconocimiento del logos marca la diferencia con el pensamiento mítico o mágico, al reconocer que el universo no se rige por el azar o el capricho sino por leyes y constantes presentes en todos los fenómenos. Su presencia no es más ni menos enigmática que la propia presencia del universo, ni tiene nada de particularmente misterioso. 

No estoy seguro de si algo de esto ayuda a aclarar la noción de identidad, o se limita a ser una repetición de lo ya dicho en otras notas. En todo caso, terminaré desarrollando de nuevo, en sus términos básicos, el pensamiento central de lo que sería una fundamentación lógica de la moral:

Si todos aceptamos que la lógica determina la corrección de nuestro pensamiento y todo razonamiento es correcto precisamente porque se ajusta a la lógica, tendremos que concluir, ateniéndonos a la lógica, que el razonamiento moral está sujeto al mismo criterio. Por lo tanto la moral debe basarse en el principio de identidad. La ética es básicamente el respeto por la identidad. Ya sea identidad formal o identidad psicológica (esto es: los seres sintientes - los seres que son conscientes de sí mismos). Por supuesto, la ética tiene también otros aspectos basados en el resto de categorías lógicas: la igualdad, la coherencia, la responsabilidad,.. Que también son igual de importantes. 

La ética es el ámbito de conocimiento que nos muestra lo que debemos hacer. Creo que en este punto casi todo el mundo razonable estaría de acuerdo. La moral es un código de normas que establecen lo que sí está bien hacer o lo que no está bien hacer. No hay ninguna teoría que intente hacerse pasar por ética que no acepte este planteamiento básico.

Según el filósofo James Rachels, la definición mínima de ética sería la siguiente:
«‎La concepción mínima [de la moral] puede enunciarse ahora muy brevemente: la moral es, como mínimo, el esfuerzo de guiar nuestra conducta por razones —esto es, hacer aquello para lo que hay las mejores razones— al tiempo que damos igual peso a los intereses de cada persona que será afectada por loque hagamos.»
La única diferencia entre ciencia y ética es el ámbito de aplicación y la finalidad. El fundamento y el método es exactamente el mismo: la razón. La ciencia pretende conocer el mundo natural con el fin de beneficiarnos, ya sea mediante la prevención o el control. Por otra parte, la ética pretende establecer nuestra guía de conducta en base a la razón. La razón es una postura ante la existencia fundamentada en la lógica y los hechos empíricos comprobables.

Desde una perspectiva racional, la moral parte de unos postulados básicos que son aceptados como un principio absoluto por los individuos racionales —y lo suficientemente inteligentes. Y de esos postulados se puede deducir el resto de proposiciones morales. De esta manera, la moral se parece más a la ciencia —la cual sigue el mismo procedimiento para construir sus modelos de explicación— y no a los gustos o tradiciones, que se basan únicamente en preferencias individuales, que pueden ser meramente arbitrarias o circunstanciales.

El hecho de que no se haya deducido toda la moral no es un argumento en contra de esta postura, como tampoco lo es contra la ciencia el que no haya explicado toda la realidad. Y el hecho de que haya individuos que no acepten los preceptos morales no es distinto del hecho de que haya individuos que no aceptan las conclusiones de la ciencia.

La manera de conciliar el supuesto conflicto entre “ser” y “deber ser” es aceptar la existencia de normas morales definidas por determinados axiomas —o deducidos a partir de ellos. Estos axiomas son las leyes básicas de la lógica, más específicamente la ley de identidad [A=A]. Es el principio de identidad lo que determina todo. Es lo que determina en qué consiste la ética, qué seres son moralmente relevantes y por qué, y qué tipo de consideración y protección moral deben tener.

Si la identidad consiste básicamente en la conciencia de nosotros mismos, diferenciándonos así del resto de elementos y seres de la existencia, entonces el fenómenos de la conciencia es formulable de acuerdo con el principio de identidad [A=A]. La identidad en sí misma no reside en nuestras características particulares, —ya que lo mismo da decir "A=A" que "E=E"—, sino que la identidad es precisamente en ese acto en el que un ser se hace referencia a sí mismo, como individuo, en diferenciación al medio que lo rodea. Esto es lo peculiar de la sensación y lo que origina el fenómeno de la subjetividad. Ser consciente es ser alguien consciente de algo. Un estado de consciencia sin sujeto, sin alguien que sea consciente, es un absurdo.

Además, el hecho de ser sintiente —de ser alguien— implica en sí mismo el deseo innato de conservar y proteger la propia existencia contra lo que la amenaza o perjudica y a favor de lo que la mantiene y favorece. La sintiencia ha surgido como un mecanismo evolutivo para lograr que el organismo animal se mantenga con vida.

En conclusión, ésta es, en síntesis, la conexión entre el principio de identidad y la sintiencia. Y la conexión entre el principio de identidad y el interés básico en conservar la existencia: el deseo de vivir. Es por esto que siendo la lógica el fundamento de la ética racional, la ley de identidad nos muestra que:

1) Son los seres sintientes quienes merecen ser incluidos dentro de la consideración moral;

2) Que la consideración moral consiste en respetar y proteger —de nuestra injerencia como agentes morales— el interés fundamental de cada individuo en conservar, y desarrollar, su propia existencia.


Textos relacionados:

- Los mitos y el logos


- Conocimientos fundamentales de filosofía: razonamiento lógico


Lógica y realidad


22 de abril de 2013

La comunicación es una cuestión moral




Dentro del activismo, una de las cuestiones más consideradas y debatidas es cómo conseguir que el mensaje y las ideas lleguen a ser asimiladas en las conciencias de las personas a las que está dirigido dicho mensaje. Esta preocupación no es exclusiva en el ámbito animalista, sino que también aparece dentro de otros movimientos sociales. ¿Cómo conseguir que la gente comprenda lo que decimos, y tenga una actitud receptiva? En la respuesta a esta pregunta reside la esencia de la educación y la comunicación efectiva.

En esta entrada quisiera compartir tres enfoques relacionados, sobre esta cuestión, con sus respectivos vídeos y comentarios. Espero que os resulten de interés y utilidad.

En el primer enfoque, tenemos al astrónomo y divulgador científico Phillip Plait, quien, alarmado por la creciente agresividad en la forma en que los activistas en favor del escepticismo se dirigían a otras personas que no compartían las mismas ideas, expone una crítica muy certera al respecto en la que explica por qué la hostilidad sencillamente no funciona como forma de convencer. Aquí se puede ver el vídeo:




Sin embargo, el discurso de Plait no está tampoco exento de errores, a mi modo de ver. Por ejemplo, no parece adecuado que el título incluya un evidente insulto ["dick" significa algo así como imbécil en inglés] cuando está reclamando precisamente que debemos ser respetuosos ante todo. Me resulta bastante incoherente con el mensaje que expone. Comportarnos de manera indebida no implica que seamos imbéciles sino que es algo que puede tener diversas causas que deberíamos entender antes si realmente queremos cambiar de actitud. Por eso, me parece un lema evidentemente inapropiado.

Por lo demás, coincido sustancialmente con el mensaje. Aunque la razón para ser respetuoso unos con otros no es sólo que nos convenga a nosotros para hacer un mensaje más accesible, sino que todos merecemos respeto por nosotros mismos sin importar cuál sería nuestra utilidad para otros.

Es decir, el otro problema de fondo en la perspectiva que expone Phillip Plait es que nos encontramos con un enfoque puramente instrumental. Es decir, aconseja mostrarse amable con las personas que nos resulten necesarias para alcanzar el objetivo que nosotros pretendemos conseguir.

Pero si debemos comunicarnos respetuosamente con los demás es en primer y más importante motivo porque todas las personas merecen respeto por sí mismas. Todas. Independientemente de lo útiles o no que puedan resultarnos para conseguir nuestros fines. Este es el enfoque moral, que se sitúa aparte de la cuestión de la utilidad. De hecho, la ética consiste esencialmente en reconocer que los individuos poseen un valor intrínseco a ellos que no debe ser ignorado ni sacrificado por motivos de utilidad.

La comunicación, en todos sus aspectos, debe estar relacionada y supeditada a la ética. Pensar lo contrario es dejar paso a la arbitrariedad, el capricho, o la violencia. Y entonces ya no se trata de comunicación sino de otra cosa.

A no ser que entendamos y asumamos ese principio moral de respeto, quienes sólo tengan un punto de vista instrumental no dudarán en emplear la violencia, a través del odio, el insulto y la agresión física, en el momento en que sientan desprecio por nosotros o ya no les sirvamos para sus fines. Esto explicaría los problemas habituales que suelen darse a  la hora de comunicarnos con otros. Problemas motivados por la errónea idea de que el fin justifica los medios. La inmoral creencia de que intentar lograr algún objetivo nos legitima a utilizar cuales medios sean necesarios para conseguirlo.

Probablemente nadie explica este punto mejor que un activista como Gandhi, quien consiguió derrumbar el prejuicio de que la ética y la efectividad son dos categorías excluyentes:

«Son los medios lo único que tenemos a nuestro alcance. Sólo por ellos, a través de ellos, podemos pretender llegar al fin. Luego, son los medios los que determinan al fin y lo hacen realidad. No al revés. El fin no justifica los medios, no los santifica, no los legitima. Vuestra mayor equivocación es la de creer que no hay ninguna relación entre el fin y los medios. Esa equivocación ha hecho cometer crímenes innumerables a personas que eran consideradas como religiosas [virtuosas]. Es como si pretendieseis que de una mala hierba puede brotar una rosa.Los medios son como la semilla y el fin como el árbol. Entre el fin y los medios hay una relación tan ineludible como entre el árbol y la semilla. Se recoge exactamente lo que se siembra.»

La comunicación sólo puede ser realmente eficaz, y legítima, cuando tenemos claros nuestros valores morales. Y el más importante es el de que cada persona tiene un valor absoluto y merece un respeto inviolable. Eso nos incluye a todos y cada uno de nosotros sin excepción.

A mi modo de ver, mientras no rechacemos radicalmente la violencia —ya sea física, mental o verbal— el mundo no va a cambiar esencialmente en nada, porque todos los problemas morales a los que nos enfrentamos tienen su raíz, de un modo u otro, en la violencia.

Abogar por una forma cordial de relacionarnos con los demás no dejaría de ser en el fondo de ser hipocresía y falsedad, si no interiorizamos en nosotros los valores de respeto y no-violencia.

La razón por la que debemos ser respetuosos y comunicativos con los demás no es meramente instrumental, sino moral. Todas las personas merecen, por sí mismas respeto y no ser objeto de violencia. Todos merecemos respeto como seres sintientes que somos, por nosotros mismos. Sin importar la utilidad que tengamos para otros.

El hecho de dirigirnos a una persona o público determinado supone que es aceptable modificar razonablemente la forma de nuestro discurso con el fin de hacerlo más comprensible. Pero no así el contenido; el cual no se debería tergiversar o manipular para hacerlo más próximo a la forma de pensar de cada uno. Especialmente cuando lo que se pretende no solamente es informar sino también provocar un cambio de conciencia. Y esto no se va a conseguir si decimos a la gente lo que quiere oír, o nos limitamos a repetir lo que ya piensan.

Por otro lado, a veces se piensa que no tiene sentido emplear el término en hablar con otros o en difundir información porque no van cambiar de forma de pensar. Pero se trata de un error creer que las personas no cambian. Porque es un hecho que sí lo hacen. No sólo individualmente, sino también a nivel generacional. Es por eso que mucha gente ya no cree que la Tierra sea plana, ni creen que esté bien el esclavizar a seres humanos.

Debatir, dialogar, nunca es una pérdida de tiempo si existe un mínimo de cordialidad e interés. Debatir ayuda a muchos a cambiar y mejorar, y puede ser también una forma de mejorar nuestra práctica de educar a los demás.

Es necesario para conseguir la liberación animal que la gente comprenda el problema y se ponga de parte de la justicia. Necesitamos que rechacen el especismo y se hagan veganos por decisión propia. 

Lo que no necesitamos en absoluto es provocar más hostilidad e incomprensión de la que ya existe en contra de la idea de los Derechos Animales. Es importante, a mi modo de ver, escoger las palabras y el momento adecuado. Aunque para quien le dé igual la reacción de la gente a la forma de difundir un mensaje entonces obviamente esta reflexión carece de interés.

Es por eso que la confrontación con las personas nunca puede ser positiva. Porque lo habitual cuando nos enfrentamos a otras personas es que ellas reaccionen de la misma manera, o, en el mejor de los casos, simplemente nos ignoren. Y en esta categoría incluyo también a las empresas, que no dejan de ser un colectivo de individuos. Las empresas que explotan a los animales nohumanos no son la causa del problema. Las empresas simplemente demandan lo que la gente pide, y son un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Por coherencia, un movimiento de Derechos Animales debe estar basado en la noviolencia y focalizado, tanto por ética como por efectividad, en la concienciación de la sociedad.

Otra cosa diferente es confrontar las ideas, las actitudes o las acciones. Estoy de acuerdo en que debemos ser muy claros y firmes en la crítica al especismo y a la explotación de los animales. Pero eso no es incompatible con respetar a las personas y con evitar acciones que pueden ser interpretadas como ataques o acosos. Estoy de acuerdo en la confrontación directa de las ideas, de los prejuicios. Una confrontación basada siempre en argumentos y razones. Pero nuestra relación con las personas debe ser lo más cordial posible.

Debemos respetar a las personas porque todas ellas merecen siempre un respeto básico, y porque la única manera efectiva que tenemos de cambiar las cosas es concienciar y convencer a la gente para que por sí misma actúe con responsabilidad y cambie sus actitudes. No veo que la confrontación pueda conseguir esto. La confrontación sólo obtiene hostilidad o sumisión. Y no considero que ninguno de estos valores sean éticamente aceptables.

En conclusión, considero una buena iniciativa plantear estas cuestiones al debate. Independientemente de que estemos de acuerdo o no en ciertos temas, es bueno que podamos dialogar e intercambiar ideas. Sólo así podremos revisar y mejorar lo que pensamos y hacemos. Lo que está claro es que no podremos debatir sobre ningún tema si antes no aceptamos los principios básicos que deberían fundamentar cualquier diálogo civilizado.


Parafraseando a Phil Plait, me gustaría finalizar con esta reflexión:


No estamos en una guerra. No queremos aniquilar a ningún enemigo. Queremos persuadir a otros seres humanos. No necesitamos guerreros. Lo que necesitamos son activistas que conciencien y eduquen a otras personas.

Termino resumiendo lo más esencial:


* No debemos odiar ni insultar a nadie. Los problemas se pueden valorar y criticar sin despreciar a nadie. El odio y la agresión atentan con el valor inherente que posee toda persona.

* El problema de fondo está causado por determinadas ideas y actitudes que las personas adoptan; ya sea por educación, por inercia, por hábito. Y ese problema no se resuelve mediante el odio o el desprecio hacia esas personas, sino ayudando a que comprendan el error por sí mismas y motivarles positivamente a que cambien.


* Además, si el error que algunos cometen reside precisamente en su desprecio por otros animales entonces nosotros cometemos el mismo error al despreciarlos a ellos como personas a través del odio; en lugar de centrar nuestra crítica en las ideas y las conductas a través de la razón.

9 de abril de 2013

Educar es la clave

«Hay cientos de individuos atacando las ramas del mal por cada uno que golpea en la raíz.» ~ H. D. Thoreau [Walden, 1854]

En otras entradas anteriores del blog ya analizamos los problemas que conllevan determinadas perspectivas que pretenden enfrentarse a la injusticia de la explotación animal, como es el caso de la denominada 'acción directa' o el caso del regulacionismo [regular la esclavitud de los animales]. En este entrada se expondrá el camino que puede conducirnos a conseguir un cambio real y una solución efectiva para la injusticia que constituye nuestra explotación sobre los animales.

Lo que defenderemos aquí es que la forma más correcta y efectiva de conseguir el respeto para los demás animales es a través de la educación vegana. Tanto a nivel individual como nivel social.

El motivo por el que explotamos a los animales no tiene que ver con una supuesta maldad intrínseca a nuestra naturaleza. Tal vez algunos pocos individuos actúan por malicia, pero la gran mayoría simplemente hemos sido adoctrinados para ver a los animales como seres inferiores que existen para nuestro beneficio, y de este modo asumir como algo normal el que los utilicemos en nuestro provecho, a costa de su libertad y sus vidas.

Por tanto, la causa de nuestra violencia hacia los demás animales radica en el prejuicio que se nos inculca desde la infancia; y la única posibilidad de remediarlo es revertir ese adoctrinamiento especista mediante la concienciación educativa. Estoy convencido de que la gran mayoría de la gente es capaz de empatizar con los animales y de comprender que está mal explotarlos —así lo indican numerosas evidencias. Sólo necesitan que alguien les informe y les ayude a tomar conciencia de ello.

Obviamente no todo lo que somos y hacemos tiene que ver con la educación que hemos recibido. Hay elementos de nuestra personalidad que son puramente biológicos y que la educación no puede cambiar. En todo caso quizás podemos canalizarlos, pero no anularlos.

Según el etólogo Konrad Lonrez, tenemos un instinto de agresión que es inherente a nuestra naturaleza, y que es la causa biológica de que exista el comportamiento violento. Pero ese instinto —y esto también lo dice Lorenz— no tiene por qué desembocar necesariamente en violencia y destrucción, sino que puede ser canalizado en actividades constructivas y no-violentas, como son el deporte, el arte, o la cultura en general. Ésta es la función que cumple la educación.

Nuestra conducta es consecuencia de nuestra forma de sentir y pensar; es producto de nuestras ideas y creencias asumidas. Por tanto, si no se produce primero un cambio profundo en la mentalidad de nuestra sociedad, si no erradicamos el prejuicio del especismo, los animales no humanos seguirán sufriendo la misma condena que hasta ahora sin solución. Como reflexióa la autora y activista Joan Dunayer:

«El especismo es la raíz de todos los abusos con que los defensores de los no-humanos buscan acabar. Necesitamos escribir y hablar en contra del especismo. Una vez la gente reconozca la inherente crueldad e injusticia del especismo, no habrá mayor necesidad de argumentar punto por punto cada cosa. Hasta que no reduzcamos el especismo en la sociedad, seguiremos tratando los síntomas en vez de curar la enfermedad. Al final, sólo un descenso sustancial del especismo puede emancipar a los no-humanos.»

El progreso moral ocurre primero en las mentes y las conductas individuales, y sólo después, como consecuencia, se refleja en las costumbres y las leyes. Para cambiar de manera efectiva y real la situación de los animales mediante las leyes, antes tiene que haber necesariamente una base social de gente que apoye la abolición de su esclavitud, y que aplique ese principio moral en sus propias vidas asumiendo el veganismo. Así lo recalca, por ejemplo, el profesor Gary Francione:

«El veganismo no es una mera cuestión de dieta; es un compromiso moral y político hacia la abolición en el ámbito individual y alcanza no solo lo referente a comida, sino también la ropa, otros productos, y otras acciones y elecciones personales. Transformarse en un vegano es lo único que podemos hacer hoy –ahora mismo– para ayudar a los animales. Representa un repudio a la condición de objeto de los no-humanos y el reconocimiento de su valor intrínseco.»

A nivel político lo que buscamos es la abolición legal del estatus de propiedad de los animales. Es decir, a la abolición de su esclavitud y explotación institucionalizada en nuestra sociedad.  Pero para lograr este objetivo a nivel legal, primero es necesario que haya una importante masa social de veganos que se oponga activamente a la explotación de los animales no humanos; como explica de nuevo Gary Francione:

«El sistema legal nunca responderá de modo diferente a cuestiones relacionadas con animales a menos que y hasta que haya un cambio social significativo de manera que haya más gente que acepte la legitimidad de la abolición -el veganismo- en su vida cotidiana. Sólo entonces el sistema legal empezará a ser una herramienta útil para la lucha.»

Solamente cuando el veganismo se convierta en la corriente mayoritaria, podremos aspirar de verdad a que haya un cambio real en nuestra relación con los demás animales.

Para logtar que el número de veganos siga creciendo, necesitamos enfocar nuestro tiempo y esfuerzo en el activismo educacional. La educación vegana es la tarea prioritaria. Debemos erradicar el paradigma especista que domina en nuestra sociedad, y encaminarnos hacia una cultura ética basada en la filosofía de los Derechos Animales. Sólo así la liberación animal —liberar a los demás animales de nuestra dominación— será una realidad y no solamente un ideal.

El activismo es un deber moral que está implícito en el propio principio del veganismo. La ética no es simplemente un asunto privado de cada uno, sino algo que nos atañe directamente a todos los que somos responsables de nosotros mismos. Así que es nuestro deber esforzarnos en conseguir que todos los agentes morales se comporten de acuerdo con las normas éticas, pues todos ellos son perfectamente capaces de comprenderlas y de llevarlas a la práctica.

Ahora bien, la forma en que cada persona haga activismo educacional dependerá de sus propias posibilidades y capacidades. No todos tenemos la misma disposición para hacer las mismas cosas. Cada uno aportará en lo que mejor pueda o sepa. Pero deberá ser siempre de una forma noviolenta. El veganismo es una extensión o corolario del movimiento por la noviolencia.

Nuestra actitud ante esta cuestión también dependerá de la perspectiva que tengamos. Porque quien sea pesimista, probablemente piense que no vale la pena gastar tiempo y esfuerzo en conseguir un mundo vegano, pues ya cree de antemano que tal cosa no es posible. Sin embargo, la historia nos muestra que el progreso moral es posible. El pesimismo no es una posición justificada.

Éstas son las razones por las que el debate, y el diálogo interno, es necesario. Primero, comprender que el veganismo no es un tema meramente personal, sino un principio ético que todos debemos respetar. Segundo, entender que es también un deber el hacer activismo para difundir el veganismo. Tercero, asumir que la educación es el camino correcto y efectivo para avanzar hacia un cambio de paradigma moral basado en el reconocimiento de todos los seres sintientes como sujetos con derechos.

El activista Harvey Milk declaró que 'El primer paso es siempre la hostilidad, y luego puedes sentarte y hablar sobre ello.' Su experiencia le demostró que la gente puede cambiar de actitud con el tiempo. No creamos que las opiniones o creencias de la gente son inamovibles sólo porque al principio no quieran escucharnos o se resistan a plantearse el tema. Es una etapa inevitable dentro del proceso de cualquier cambio y progreso moral en la sociedad.

El prejuicio especista, y también la mentalidad utilitarista, son la causa ideológica de la explotación animal que la motiva y perpetúa. Mientras esas ideas sean las predominantes en nuestra cultura, los animales seguirán siendo explotados y masacrados sin remedio. Por eso, tenemos que incidir en la raíz del problema para poder solucionarlo.

Para que un sistema cambie, primero tiene que cambiar la mentalidad que lo ha producido. La causa originaria de las injusticias está dentro de nosotros. Si no comenzamos cambiando nuestra forma de pensar y actuar entonces nada  mejorará.

La educación vegana funciona. Sólo tenemos que enfocar nuestro tiempo y esfuerzos en ella y veremos los resultados. De hecho, ya los estamos viendo. Algunos estudios apuntan a que, gracias en parte a la existencia de internet y al trabajo de los grupos abolicionistas, el número de veganos y de gente que abandona progresivamente su participación en la explotación animal ha crecido exponencialmente desde hace varios años. Probablemente más gente se haya hecho vegana durante la primera década del siglo XXI que en los 50 años anteriores y la tendencia sigue creciendo.

No se trata de una mera convicción. Los hechos muestran que el cambio real es posible; y éste se producirá más rápido cuantas más personas nos centremos en el activismo educacional.

La educación vegana no conseguirá abolir inmediatamente la explotación animal, pero sí logrará en breve plazo aumentar el número de veganos y reducir el número de víctimasDebemos asumir que los cambios profundos progresan lentamente, pero la clave para motivar ese cambio está en educar informando; fomentando el respeto y la empatía hacia el resto de animales. Sin información y concienciación no puede haber cambio real.

Al defender que focalicemos en la responsabilidad individual y las decisiones de consumo que tomamos cada día no significa que penemos que todo se soluciona con el nivel individual. Lo que significa es que entendemos que primero tiene que haber un masivo cambio individual para que pueda haber consecuentemente un cambio en la estructura social y política.

Los cambios políticos y legales no serán posibles, ni serán justos y efectivos, hasta que una mayoría social deje de ver a los animales como objetos, recursos o propiedades, como seres inferiores que existen para nuestro beneficio, y pasen a considerarlos como personas —personas no humanas.

           El mundo es vegano si lo quieres         


5 de abril de 2013

«Liberación Animal» de Peter Singer: Contra la liberación animal



A pesar de su título podemos preguntarnos: ¿defiende este libro realmente la liberación animal? Una lectura atenta del texto nos indicará que hay motivos sólidos para ponerlo muy en duda.

A pesar de lo que su título pudiera hacer pensar, en realidad este texto no es representativo de la filosofía ni del movimiento de Derechos Animales. Es un libro que tiene su base en otro tipo de filosofía: el utilitarismo. Ésta es la ideología que defiende su autor: Peter Singer.

No pretendo alegar que no se trate de un texto importante o influyente dentro del ámbito animalista. Lo que pretendo señalar es que este texto no representa ni forma parte de la filosofía y el movimiento de Derechos Animales. El utilitarismo y la ética de derechos son dos posturas radicalmente distintas.

Al ser un libro publicado originalmente en el año 1975, se puede pensar que su contenido ya no está de actualidad, pero nada más lejos de la realidad. Ha sido revisado y reeditado en varias ocasiones; la última de ellas en el año 2009. Y sigue siendo un libro que ha ejercido una gran influencia dentro del ámbito animalista y es un texto de referencia en el mundo académico cuando se trata la cuestión de la ética animal.

Aunque el análisis que Singer realiza sobre algunos aspecto del especismo serían en principio acertados —al estar basado en el principio de gualdad— también sucede que otros aspectos ideológicos del texto no coinciden con las ideas que sostienen la filosofía de Derechos Animales, sino que son afines o forman parte de la doctrina del utilitarismo. El utilitarismo ha predominado como filosofía dentro del ámbito animalista, pero claramente no es lo mismo que la filosofía de derechos animales.

El término animalista posee un sentido muy general referido a cualquiera que muestre tener una preocupación y dedicación por los intereses de otros animales además de los humanos. No tiene un contenido más específico. Al igual que el término humanista se refiere a una mera preocupación moral por los seres humanos, sin mayor contenido. Decir que algo o alguien es animalista no es más que una mera señal para constatar que se refiere a los animales —a los demás animales que no son humanos. El animalismo es por tanto un ámbito generalista en el que coexisten diferentes posturas, a veces incompatibles entre sí. 

Es por esto que podemos decir que no hay un solo movimiento animalista. Al contrario de que el reciente subtítulo que le han añadido al libro de Peter Singer. El utilitarismo y los Derechos Animales son posturas incompatibles por definición, y no pueden converger en ningún movimiento coherente.

Parece que algunos pretenden hacer ver que hay un solo movimiento del que supuestamente todos los animalistas forman parte, cuando en realidad esto no es así. A menudo esta idea se utiliza para intentar acallar cualquier tipo de crítica, alegando que todos debemos estar 'unidos' y otra serie de consignas cuyo objetivo es seguir manteniendo el actual statu quo de dominación especista en el que el propio movimiento animalista —si atendemos a la mayoría de organizaciones y activistas— constituye parte activa.


Un movimiento que rechaza la crítica se convierte en una extensión de la ideología dominante. Por eso, el animalismo es, en su mayor parte, nada más que otra versión más del antropocentrismo, en tanto que no desafía la supremacía humana sobre los demás animales. El libro de Peter Singer, a pesar de su título, pertenece a esta tendencia.


Pienso que sería importante no confundir el valor de utilidad que pudiera tener un texto a la hora de explicar ciertas cuestiones —como son el especismo y el principio ético de igualdad— con los valores morales que defiende el mismo. Esto último es lo que yo estoy considerando aquí. Un texto que defienda el especismo puede sin embargo explicar correctamente lo que es el especismo y los argumentos que lo rebaten.

Lo que se defiende en el libro de Peter Singer es una preocupación utilitarista por el bienestar de los animales no humanos que esclavizamos; pero no en ningún caso se pretende su liberación de nuestro dominio —que es precisamente lo que defiende el ideal de la liberación animal:

«Puedo respetar a las personas concienzudas que se preocupan de comer sólo la carne que procede de tales animales.» [capítulo 6; página 263; editorial Taurus; año 2011]

«Basándonos en las razones aquí apuntadas, yo no me opongo en principio a la producción de huevos de corral.» [capítulo 4, página 205; edición Taurus; año 2011]

En cuanto al estilo, puedo señalar que Singer parece uno de los pocos filósofos actuales que escribe con un estilo deliberadamente claro, conciso y ordenado. Pocos autores conozco que tengan una escritura filosófica tan accesible. Sus ideas suelen estar bien argumentadas desde una perspectiva puramente formal. Otra cosa diferente es que las premisas de las que parte sean acertadas.

Si duda recomiendo a todo el mundo que lea este libro, sin excepción. E insisto en que tiene partes que son acertadas en su análisis del especismo. Pero esta sugerencia de lectura no pretende sugerir que este libro representa una posición ética legítima.

Peter Singer se posiciona a favor del uso de animales no humanos; a favor de su explotación. Esto postura no es aceptable con el hecho de reconocer que los animales tienen derechos morales. La objeción de Singer se refiere de manera exclusiva contra el sufrimiento o contra el hecho de infligir sufrimiento sin una debida justificación desde el punto de vista utilitarista.

Acerca de este libro señala Tom Regan:

«Liberación Animal es un libro importante, por supuesto. Pero ni el libro ni Singer defienden los Derechos Animales. De hecho, Singer ha negado explícitamente y en repetidas ocasiones que los animales tengan derechos. Lo mismo para nosotros, los humanos: no tenemos derechos morales. En mis obras, ya en los años setenta, he mantenido insistentemente que otros animales tienen derechos morales. ¿Pueden reconciliarse nuestras posiciones? No lo creo. Por ejemplo, Singer piensa que algunas investigaciones con primates están justificadas. Un defensor serio de los Derechos Animales no apoyaría esto.» [Andrés Lomeña, Alienación Animal, 2010]

A menudo se afirma que el libro es valioso porque ha concienciado muchas personas que ignoraban el problema del especismo y la explotación animal. Pero, aun siendo cierto, ese hecho por sí mismo no puede implicar una defensa o justificación de su contenido sólo por el hecho de que tuviera algunas consecuencias positivas. Sería como intentar justificar la violencia sólo porque algunas personas se dieron cuenta de la injusticia que es la violencia a raíz de haber sido víctimas de ella.

En definitiva, gran parte del contenido del libro Liberación Animal resulta ser una defensa de la esclavitud y una herramienta para justificar la explotación animal. Y así es como ha sido utilizado en ocasiones, más allá de que a otras personas les haya servido para cuestionarse su propio especismo.


El especismo no es el único problema al que nos enfrentamos. El otro problema es el bienestarismo. El bienestarismo es una extensión del utilitarismo y comparte todos sus presupuestos básico. El bienestarismo acepta e incluso defiende la explotación de los animales no humanos.

El veganismo es un principio radicalmente contrario a cualquier utilización de animales no humanos. Es por ello que veganismo y bienestarismo no pueden ser compatibles. De hecho, son planteamientos claramente opuestos.

Si por liberación animal entendemos la liberación de los demás animales de nuestra opresión sobre ellos entonces esa idea sólo tiene sentido en el veganismo. 


Veganismo significa reconocer moralmente que los animales no humanos sintientes son personas y que debemos dejar de utilizarlos para nuestro beneficio y no someterlos más a nuestro dominación. Ellos, al igual que nosotros, merecen vivir y disfrutar de sus propias vidas en libertad: libres de nuestra explotación. Esto es la liberación animal.


En conclusión, propongo que el libro de Singer debería retitularse: Contra La Liberación Animal.


Un planteamiento moral basado en la ética de derechos, que se opone y refuta los postulados utilitaristas propuestos por Peter Singer, se puede leer en el libro «Introducción a los Derechos Animales», escrito por Gary Francione.