25 de noviembre de 2011

La falacia del término medio




Uno de los argumentos que más habitualmente se suelen utilizar para intentar descalificar al veganismo consiste en señalar que se trata de un 'extremismo'.

Si bien es cierto que el veganismo es una posición radicalmente opuesta a la explotación animal no sería correcto calificarlo de 'extremista'. Pero incluso aunque el veganismo fuera una posición extremista esto no equivale a que el solo hecho de ser extremista lo invalide de alguna manera. Veamos por qué.

El intento de descalificar el veganismo calificándolo de extremista por su oposición radicalmente opuesta a la explotación animal sería un juicio inapropiado principalmente por dos motivos:

[1] El veganismo no se trata necesariamente de una posición extrema.

[2] El solo hecho de que una posición sea extremista no implica necesariamente que sea equivocada, inmoral o dañina.

Defender que los animales merecen no ser tratados como objetos y recursos para fines humanos no sería una posición extremista salvo que aceptemos que defender análogamente que los seres humanos no deben ser tratados como objetos y recursos resulte ser una posición extremista. ¿Por qué a la misma consideración moral sobre seres humanos no se la califica de extremista pero sí se califica de esta manera cuando se trata de otros animales? La sola diferencia de especie no ofrece un criterio justificado. Esta diferencia de criterio que apela a la especie es el prejuicio que denominamos especismo.

Si consideramos que situarnos totalmente en contra del asesinato, la tortura, la esclavitud, la violación sexual, es algo extremista entonces la única postura razonable en esos casos es precisamente ser extremista. Esos crímenes sólo merecen un rechazo total. ¿Por qué no deberíamos adoptar el mismo rechazo a esas acciones cuando las víctimas son otros animales sintientes, aunque no sean humanos?

El apelativo de "extremista" atribuido con connotación peyorativa está basado en realidad en una falacia: la falacia del término medio.

La falacia del término medio afirma que, para decidir cualquier cuestión, la respuesta correcta se encuentra necesariamente situada en la mitad entre dos puntos diferenciados. Pero este razonamiento es falaz, porque la verdad o la corrección de un hecho no tiene que estar situada necesariamente en un punto intermedio.

Un ejemplo para ilustrar la insensatez de esta falacia del término medio: cuando tengamos un grave conflicto con otra persona, tenemos por un extremo la opción de de asesinarlo y en el otro extremo contrario tenemos la opción de buscar una solución dialogada respetando su vida; el término medio sería darle una paliza. Si es cierto que "los extremos nunca son buenos" entonces lo correcto sería elegir darle una paliza. Esto es lo que resulta de asumir que lo correcto está siempre necesariamente en el término medio.

Además de todo esto, resulta que la posición que afirma que el extremismo es erróneo incurre en una contradicción lógica. ¿Por qué? Porque el rechazo al extremismo ya sería en sí mismo una postura extremista. Si la condena del extremismo se convierte en un postulado de base y no acepta la posibilidad de que el extremismo pueda ser una postura buena o correcta entonces esa condena es extremista y se contradiría a sí misma. De este modo, el rechazo al extremismo no se sostiene desde el punto de vista lógico.


En otras ocasiones he visto afirmar que el veganismo es extremista porque se opone al "ciclo natural de la vida". Pero esto no tiene ningún sentido. En primer lugar, porque apelar al ciclo de la vida o a la naturaleza no equivale a una justificación moral. Hay animales —aparte de los humanos— que matan a otros de su misma especie, practican el canibalismo y fuerzan sexualmente a las hembras. Todo eso forma parte del "ciclo de la vida". Así que dando por válido ese criterio de apelación a la naturaleza se podría justificar todo tipo de crímenes, también contra seres humanos. Este argumento se basa a su vez en otra falacia: la falacia naturalista ["si es natural entonces es bueno, correcto u obligado"].

El veganismo no se opone ni a la naturaleza ni a la vida. El veganismo sólo se opone a que explotemos a los demás animales; por las mismas razones morales que el feminismo se opone a que explotemos a las mujeres.

Por otra parte, el veganismo, a pesar de que se opone como principio a la explotación animal, no es necesariamente una posición extremista. De hecho, se puede situar entre la actitud de vivir ignorando que los animales son sujetos —y por lo tanto no deben ser tratados como objetos— y la actitud de condenar la vida misma debido a que es imposible vivir sin causar alguna clase de daño a otros seres sintientes aunque fuera indirectamente y sin intención de hacerlo.

Según explica el activista James LaVeck, la falacia del término medio es habitualmente usada por los partidarios de la opresión para intentar acallar los movimientos sociales de justicia aliándose con aquellos que dicen ser "moderados" para reprimir las demandas de quienes son tachados de "extremistas". Es una estrategia muy habitual usada para promover reformas superficiales y conseguir que las cosas continúen como están.

El veganismo se basa solamente en razones y la razón no es extrema. La razón está centrada sobre los hechos y la lógica. La filosofía de los Derechos Animales es una postura fundamentada en la razón. La idea de Los Derechos Animales es una conclusión lógica a la que nos lleva el comprender que nuestro modo de comportarnos debe estar supeditado a la ética, esto es, a la consideración moral  de todos los seres conscientes; sin discriminaciones arbitrarias como son el sexo, la raza o la especie.

Uno tiene que posicionarse si va a estar a favor de la explotación animal o en contra de ella. Debemos decidir si queremos seguir causando daño innecesario e injustificado a otros animales o si vamos a detenerlo y comenzar a respetarlos como merecen. Uno tiene que tomar partido necesariamente por una de las opciones. No hay término intermedio.

Si les parece extremista proponer que dejemos de hacer daño a los animales innecesariamente entonces debe ser que están en el extremo contrario de esa posición, es decir, que están a favor de hacer daño a los animales sin necesidad ni razón que lo justifique.

22 de noviembre de 2011

Objetivismo y veganismo




En esta ocasión me gustaría hablar de una filosofía poco conocida y peor entendida. Me refiero al Objetivismo, un sistema filosófico expuesto por Ayn Rand durante el siglo XX. Se trata de una forma de pensar que se opone a muchas creencias aceptadas socialmente y que siempre provoca polémica. No soy partidario del Objetivismo ni pretendo defenderlo como tal. Sin embargo, sí considero que puede ser muy provechoso prestarle al menos algo de atención.

En otras ocasiones, he hablado de manera directa o indirecta del pensamiento de Jeremy Bentham, Peter Singer, Gary Francione, y otros pensadores, que tratan la cuestión moral de los animales, sin estar necesariamente de acuerdo con muchas de sus ideas y conclusiones. Esta vez me salgo un poco de ese ámbito concreto para dirigir la mirada en una perspectiva más general.

Voy a exponer una serie de puntos positivos y negativos que, a mi juicio, podemos entresacar de esta filosofía. Sin intención alguna de ser completo ni exhaustivo.

Qué hay de bueno en el Objetivismo

* Reconoce el principio de identidad [establecido por Parménides hace 2500 años en la Antigua Grecia, aunque recogido posteriormente por otros filósofos como Aristóteles, de quien Ayn Rand toma dicho principio] como base de su filosofía. En todos sus aspectos: ontológico, epistemológico, ético. Esto significa, que el ser -la existencia- es la realidad que necesariamente reconocemos evidente en sí misma, y que no se puede negar sin caer en contradicción.

* Afirma que el individuo es el único ente real, y que todo grupo, colectivo [ya fuera la raza, la nación, la tribu,...] son abstracciones que sólo tienen su fundamento real en los individuos que lo conforman. Ningún individuo debe estar obligado a sacrificar su vida para beneficio de otros.

* Defiende la existencia de derechos morales que suponen una protección absoluta del individuo y sus intereses frente a la injerencia de otros individuos. Todo hombre tiene derecho a vivir su propia vida teniendo como único límite el respeto de los derechos de los demás.

* Se opone radicalmente a cualquier forma de irracionalidad, en particular contra la religión por considerarla un ataque directo a la lógica fundamental y una total contradicción con lo que conocemos de la realidad a través de la razón.

* Hace hincapié en la importancia absoluta de que toda relación entre individuos debe estar basada en la voluntad libre, el acuerdo racional, y el beneficio mutuo. Se rechaza tajantemente el uso de la fuerza como medio para establecer relaciones de un individuo frente a otros.

Qué hay de malo en el Objetivismo

* Parte de la base de que sólo el ser humano ya nacido es digno de consideración y respeto. Excluyendo a cualquier nonacido. Excluyendo al resto de animales que no son humanos. Este punto de partida es dogmático y no tiene explicación racional alguna que lo justifique. El antropocentrismo moral es una discriminación arbitraria, como lo es igualmente el racismo, el sexismo, o cualquiera otra similar.

* Tiene la tendencia a realizar análisis y conclusiones sobre cuestiones complejas a partir de muy pocos datos, con lo que a menudo comete errores y contradicciones contra las evidencias y contra su propia filosofía.

* Ignora por completo cualquier cuestión que tenga relación con la conservación del medio ambiente como forma de limitar la acción del individuo. Pero si tenemos en cuenta que el medio ambiente es la base que hace posible nuestra vida, entonces deberíamos reconocer que estamos atentando contra la vida de todos los individuos -humanos y no humanos- que necesitan del medio ambiente para su subsistencia.

* Rechaza el concepto moral de deber considerando que la causalidad por sí misma, y el reconocimiento del individuo, es suficiente para establecer valores morales. Sin embargo, es más que evidente que respetar los derechos morales implica un deber moral. Así como otras acciones, por ejemplo: la responsabilidad que contraemos con las personas que traemos al mundo. Con lo que esta negación del deber como principio moral resulta absurda.

Cuál es la relación directa del Objetivismo con el Veganismo

Existe al menos una coincidencia muy clara entre ambas filosofías: la radical oposición a la explotación de los individuos. Aunque el Objetivismo limita la consideración moral a los seres humanos nacidos, mientras que el Veganismo abarca toda vida sintiente como merecedora de respeto.

La explotación como actividad inmoral, esto es, utilizar a individuos como simples medios para conseguir un fin, ignorando y violando su condición de personas. La explotación de los individuos es el mal fundamental contra la ética básica.

Espero que este resumen haya resultado de algún interés. En general, animo a conocer el Objetivismo, igual que animo a conocer todos los sistemas de pensamiento que se han dado a lo largo de la historia de la Filosofía, sin entrar a valorar la veracidad o utilidad de cada uno. De todos ellos se pueden aprender cosas provechosas, especialmente de sus errores.

Y también animo a que quienes se sienten identificados y apoyan el Objetivismo reconozcan que el especismo es un fundamento irracional de la consideración moral. 

La sintiencia es la única característica que puede determinar qué seres deben ser incluidos dentro del ámbito de consideración moral en igualdad de condiciones.

16 de noviembre de 2011

«Un derecho para todos»



Tratamos a los animales no humanos como solíamos tratar a los esclavos humanos. ¿Existe alguna justificación posible para hacerlo? A esta cuestión responde el profesor Gary L. Francione


¿Los animales poseen derechos morales? ¿Qué tipo de status legal deberíamos concederles? Este debate se ha vuelto enormemente confuso. Algunos activistas por los derechos de los animales mantienen que debemos permitir que los animales tengan los mismos derechos que disfrutan los humanos. Por supuesto, esto es absurdo. Existen muchos derechos humanos que simplemente no son aplicables a los no-humanos.

Me gustaría proponer algo un poco diferente: que una teoría sensata y coherente sobre los derechos de los animales debería centrarse sólo en un derecho para todos los animales: el derecho a no ser tratado como propiedad de los seres humanos.

Permítanme explicar por qué esto tiene sentido. Actualmente, los animales son mercancías que poseemos de la misma manera que poseemos automóviles o mobiliario. Al igual que esas entidades inanimadas de propiedad, los animales poseen únicamente el valor que nosotros elegimos darles. Cualquier interés que un animal posea representa un coste económico que nosotros podemos decidir ignorar.

Tenemos leyes que supuestamente regulan el trato que hacemos de nuestra propiedad animal, y que prohíben infligirles un sufrimiento “innecesario”. Estas leyes requieren que coloquemos a un lado de la balanza los intereses de los humanos y al otro los intereses de los animales, con el fin de asegurar que los animales son tratados “humanitariamente”. Sin embargo, es una falacia suponer que podemos sopesar por un lado los intereses humanos, los cuales están protegidos por derechos en general y por el derecho de propiedad en particular, y por otro lado los intereses de los animales que, como propiedad, existen solo como medios para los fines humanos. El animal en cuestión es siempre una “mascota” o un “animal de laboratorio” o un “animal de caza” o un “animal de consumo alimentario” o un “animal de circo” o bien alguna otra forma de propiedad por la que el animal existe sólo para nuestro uso. Prohibimos el sufrimiento animal solo cuando no tiene beneficio económico. La balanza está desequilibrada desde el principio.

Existen aquí paralelismos con la institución de la esclavitud humana. Mientras que toleramos diferentes grados de explotación humana, ya no consideramos legítimo tratar a nadie, independientemente de sus características particulares, como propiedad de otros. En un mundo profundamente dividido en lo que a cuestiones morales se refiere, una de las pocas normas firmemente aprobadas por la comunidad internacional es la prohibición de la esclavitud humana. Algunas formas de esclavitud son peores que otras. Aun así, prohibimos todas —independientemente de lo “humanitarias” que sean— porque, en mayor o menor grado, permiten que se ignoren los intereses fundamentales de los esclavos si ello proporciona un beneficio a sus propietarios. Reconocemos que todos los humanos deben tener un derecho básico: el derecho a no ser tratados como propiedades de otros.

¿Hay una razón moral sólida para no extender este único derecho —el derecho a no ser tratado como propiedad— a los animales? Expresado de otra forma, ¿por qué consideramos aceptable comer animales, cazarlos, confinarlos y exhibirlos en circos y zoológicos, usarlos en experimentos o rodeos, en definitiva tratarlos de un modo que nunca consideraríamos aceptable para ningún humano independientemente de lo “humanitario” que sea el procedimiento?

La respuesta de que los animales carecen de alguna característica solo poseída por los humanos no sólo va en contra de la teoría de la evolución sino que es completamente irrelevante a la hora de plantear la cuestión de si es moralmente aceptable tratar a los no-humanos como mercancías —así como las diferencias entre humanos no servirían para justificar que se trate a algunos humanos como esclavos. Tampoco tiene sentido la respuesta de que es admisible para los humanos explotar a los no-humanos porque es “tradicional” o “natural” hacerlo así. Esto meramente expresa una conclusión y no constituye ningún argumento.

La cuestión es que no podemos justificar la dominación humana sobre los no-humanos excepto si apelamos a la superstición religiosa centrada en la supuesta superioridad espiritual de los humanos. Nosotros hemos creado la mayor parte de nuestros "conflictos" con los animales. Somos nosotros los que traemos a este mundo a miles de millones de animales sintientes con el propósito de matarlos por razones que son a menudo frívolas. Después tratamos de comprender la naturaleza de nuestras obligaciones morales para estos animales. Pero trayendo a estos animales al mundo por razones que nunca consideraríamos apropiadas para los humanos, ya hemos decidido que los animales están completamente fuera del ámbito de nuestra comunidad moral.

Aceptar que los animales tengan este derecho no supone permitir que las vacas, los pollos, los cerdos y los perros corran libres por las calles. Nosotros hemos traído a estos animales a este mundo y dependen de nosotros para su supervivencia. Debemos preocuparnos por los animales que actualmente existen pero debemos dejar de criarlos para servirnos de recursos. De este modo, eliminaríamos cualquier supuesto conflicto que tengamos con ellos. Podremos aún tener conflictos con animales independientes que viven en la naturaleza, y tendremos que abordar cuestiones difíciles sobre cómo aplicar el principio de igual consideración a humanos y animales en esas circunstancias.

Reconocer derechos para los animales significa en realidad aceptar que tenemos el deber de no tratar a los seres sintientes como recursos. La cuestión que interesa no es si la vaca debería poder demandar al granjero por un trato cruel, sino por qué la vaca está ahí en primer lugar.


14 de noviembre de 2011

La definición de veganismo



Es probable que la mayoría de la gente habrá leído una definición de veganismo que circula ahora en las redes sociales, a veces erróneamente atribuida a Donald Watson, y que reza así: 

«El veganismo es una filosofía de vida que excluye todas las formas de explotación y crueldad hacia el reino animal. En la práctica se aplica siguiendo una dieta vegetariana pura y anima al uso de alternativas para todas las materias derivadas parcial o totalmente de animales.»

Pero esa atribución es errónea porque Donald Watson nunca la escribió. No hay un solo texto firmado por Donald Watson que contenga esas palabras. Donald Watson creó el término veganismo pero nunca lo definió formalmente. Si bien, Watson siempre lo asociaba al rechazo sobre la explotación de los animales tal y como se puede comprobar en el primer boletín de la Vegan Society y también en otros documentos posteriores, que sí recogen sus palabras.

En realidad, según cuenta Nathan Schneider en su blog Candid Hominid, esa definición aparece por primera vez en una revista de la Vegan Society, publicada en el año 1964, en el cual, al parecer, se decidió redefinir el veganismo reduciéndolo a su aspecto práctico. Es decir, esa definición distorsiona el veganismo limitándolo al hecho práctico de evitar participar en la explotación animal y lo despoja de su base moral. Ésa ha sido la definición que la propia Vegan Society ha promovido desde entonces y la que más ha sido difundida.

Hablamos de redifinir porque en realidad el veganismo fue definido por primera vez en el año 1951 por Leslie Cross —por aquel entonces vicepresidente de la Vegan Society— en un manifiesto que declaraba así: «La palabra "veganismo" significará la doctrina de que el hombre debe vivir sin explotar a los animales.»

Asumiendo que el autor de estas palabras se refiere a los seres humanos cuando dice "hombre", y que por animales se refiere a los animales no humanos, podemos decir que ahí tenemos la definición original del término: la definición moral. Esta misma definición fue luego desarrollada por Leslie Cross de esta manera:

«El veganismo es esencialmente una doctrina de libertad. Busca liberar a los animales de la atadura del ser humano, y al ser humano de la atadura a una creencia falsa: la creencia falsa de que tenemos un derecho moral a considerar a los animales para nuestros propios fines.»

El propio Cross pide en su escrito de manera explícita que respetemos el significado del veganismo que se acordó originariamente:

«La palabra “veganismo” tiene un significado tan simple como preciso. Significa: la doctrina de que los humanos debemos vivir sin explotar a los animales. Debido a que la cuestión de la definición es una tan obviamente importante, voy a solicitarles que sean tan amables de comprometerse con la memoria, de forma que cuando usemos la palabra “veganismo” todos estemos pensando en lo mismo. Veganismo entonces, es la doctrina de que los humanos deben vivir sin explotar a los animales.»

Cuando la Vegan Society decidió alterar la definición, ni Donald Watson ni Leslie Cross eran ya miembros activos de la Vegan Society, y sus sucesores no respetaron el legado que habían recibido. Pero considero que el término veganismo, así como su definición, no le pertenece a la Vegan Society sino a quienes crearon y definieron la palabra: Donald Watson y Leslie Cross y los demás pioneros que fundaron el veganismo. La posterior Vegan Society no tiene mayor legitimidad para alterar esa definición que la que podemos tener cualquiera de nosotros. Y si cada uno nos inventamos la definición de las palabras según nos venga en gana será imposible describir la realidad y comprendernos entre nosotros.

Las palabras tienen un significado objetivo para que podamos entendernos. No es una cuestión de 'pureza' ni de 'dogmatismo'. Es una cuestión básica de entendimiento. Si cada uno nos inventamos el significado de las palabras entonces será imposible comunicarnos entre nosotros. Por eso necesitamos respetar los significados de los términos. Si alguien no está de acuerdo con la definición establecida de veganismo, puede inventarse libremente su propio término y su propia doctrina, tal y como hicieron los pioneros veganos que estaban en desacuerdo con el vegetarianismo que hasta ese momento habían asumido.

La definición que a menudo se suele dar de veganismo [no consumir productos de origen animal] se refiere solamente a una de las aplicaciones del veganismo. Pero la aplicación práctica del veganismo no se limita sólo a lo que consumimos, porque tampoco es compatible con el veganismo el hecho de utilizar a los animales no humanos en cualquier modo o propósito.

Si la cuestión se limitara solamente al consumo de productos entonces podríamos decir que somos veganos aunque utilizáramos perros o gallos para montar peleas; o utilizáramos a elefantes y tigres para montar un circo; o utilizáramos a toros para emplearlos como entretenimiento. Todo esto podría ser compatible con la mera práctica de no consumir productos de origen animal, pero no lo es en absoluto con el veganismo: la oposición al uso de animales en cualquier forma o modo y para cualquier propósito.

El mero hecho de no consumir productos de origen animal no es veganismo. Eso sería, en todo caso, una aplicación del veganismo en nuestra vida si está motivada por la oposición a la utilización de animales no humanos para satisfacer nuestros deseos.

La redefinición de la Vegan Society es una tergiversación del significado que el veganismo había constituido en sus inicios y la razón de su existencia: el rechazo a la cosificación sobre los animales y el cese de la dominación humana, según la definición desarrollada por Leslie Cross y consensuada entre todos los pioneros que fundaron el veganismo, incluyendo a Donald Watson.

El veganismo como término no es una palabra como las otras. A diferencia de la mayoría de palabras que usamos, el término veganismo no surge espontáneamente sino que fue creado de manera deliberada y se le asignó un significado preciso. Por tanto, usarla en otro sentido diferente al que le asignaron sus fundadores es una violación del derecho moral del autor a que se respete la literalidad de su obra. Y es también una traición al legado y el propósito de los fundadores del veganismo.

El veganismo es un principio moral que se fundamenta en la noción ética de que todos los seres sintientes merecen ser considerados como personas, es decir, ser respetados siempre como fines en sí mismos, y nunca tratados como objetos, como simples medios para conseguir un fin.  El veganismo consiste específicamente en aplicar esta idea moral a nuestra relación con los demás animales.

Por supuesto que el veganismo, en su aplicación como movimiento social, también consiste en tratar de concienciar a la gente sobre las posibilidades prácticas que tenemos de no participar en la explotación animal. Pero el cambio en la conducta no es menos más importante que el cambio de mentalidad. Veganismo no significa sólo dejar de explotar a los demás animales sino dejar de considerarlos en nuestra mentalidad como recursos al servicio de nuestros deseos y necesidades.

7 de noviembre de 2011

¿Por qué está mal explotar a los animales?



El veganismo es un principio moral que se define en la oposición y el rechazo a la explotación de los animales no humanos. Obviamente mucha gente pregunta por qué los veganos rechaza esa explotación en concreto o por qué todos en general deberíamos rechazar dicha explotación.

Esta texto tiene como objetivo ayudar a esclarecer: [1] a qué nos referimos cuando hablamos de explotación en un contexto moral y [2] las razones por las que es inmoral explotar a los animales, ya sean humanos o no-humanos. Aclaro de antemano que en este ensayo en concreto al hablar de animales me refiero de manera general a todos los animales sin distinción de especie, incluyendo a los humanos. También debo destacar que parto de la base de haber reconocido que es irracional discriminar moralmente según la especie.

Podemos juzgar de manera intuitiva que la explotación de los animales está mal, pero sin conocer las verdaderas razones que sustenta dicho juicio o sin saber explicar en qué consiste específicamente la explotación. Tenemos conocimiento de que la explotación implica daño, sufrimiento y muerte a los animales —lo cual va en contra de su voluntad y sus intereses básicos. Sin embargo, argumentaré aquí no es el hecho de causar daño, sufrimiento o muerte lo que convierte la explotación animal en algo inmoral en sí mismo.

Explotación significa utilizar a un ser exclusivamente como un medio para conseguir un fin, es decir, como un simple recurso para nuestro beneficio. Por ejemplo, utilizamos un árbol con el fin de obtener su madera con la que fabricar productos: papel, muebles,... También utilizamos a una vaca con el fin de obtener de ella leche, carne y otras sustancias. Por eso hablamos de explotación minera, explotación forestal, explotación ganadera y demás. Ahora bien, la diferencia entre ambos seres —árbol y vaca— es que la vaca es sintiente; es un individuo perceptivamente consciente.

Cuando decimos que explotamos a un ser sintiente esto significa que lo estamos tratando como si fuera un objeto, es decir, como si no fuera un ser sintiente —un ser que tiene conciencia, voluntad e intereses propios. No lo respetamos como sujeto. No tenemos en cuenta su consentimiento a la hora de utilizarlo —despreciamos sus intereses fundamentales para supeditarlos a nuestro beneficio. Esto significa que lo estamos cosificando: tratamos a un sujeto como si fuera un objeto. Aquí tenemos la primera razón moral por la que la explotación de los animales es éticamente inaceptable. 

Además, esta explotación implica anteponer nuestros intereses a los del individuo que sometemos. De este modo, estamos quebrando el principio moral de igualdad. Un individuo es igual a otro en tanto que ambos son igualmente individuos; y sus intereses básicos —como el interés en vivir— son los mismos intereses básicos que tienen todos los individuos. No hay razón por tanto que justifique considerarlos de forma diferente. Ésta es la segunda razón fundamental por la que la explotación es inmoral. Así lo argumentó el profesor Gary Francione:

«El principio de igual consideración dice que para tomar en serio este interés, hay que extender a los animales el derecho básico de no ser tratados como cosas si no hay alguna razón que justifique ese trato diferencial. Hay que dar una razón, que no sea arbitraria y no vulnere el principio de igual consideración, de por qué se concede este derecho básico a todos los humanos y se niega a todos los no-humanos, a pesar de ser sintientes, igual que nosotros.» Gary Francione; Introducción a los Derechos Animales [2000]

Un ser sintiente tiene la capacidad de experimentar sensaciones y posee intereses propios. Busca su propia conservación, su bienestar y el desarrollo de sus facultades. Es un fin en sí mismo. No existe para la conservación o bienestar de otros individuos sino ante todo de la suya propia. Por esto decimos que un ser sintiente tiene un valor inherente que es independiente de su valor instrumental. La explotación en este caso sucede cuando no respetamos ese valor inherente y lo tratamos de forma puramente instrumental.

Cuando tratamos a un ser sintiente exclusivamente como un medio para conseguir nuestros fines —esto es, sin tener en cuenta su consentimiento ni sus propios intereses— lo tratamos como si fuera una cosa y esto supone violar su condición de persona, pues es un hecho científicamente reconocido que los animales no humanos poseen personalidad. Si reconocemos que los animales no son cosas, no son objetos, entonces tenemos que aceptar que son personas, independientemente de su especie.

Cuando utilizamos a otros animales como comida, como vestimenta, o como sujetos forzados de experimentación o entretenimiento, estamos ejerciendo la explotación sobre seres sintientes. Estamos cometiendo un acto inmoral en sí mismo; independientemente de la manera particular en que lo hagamos. El filósofo Arthur Schopenhauer lo explicaba de esta manera:

«Cuando yo cometo una injusticia sin aniquilar o herir el cuerpo del individuo extraño, el componente esencial de la injusticia siempre es el mismo y consiste en que, al cometer la injusticia, obligo al individuo extraño a servir a mi voluntad en lugar de a la suya, le obligo a actuar conforme a mi voluntad en lugar de actuar con arreglo a la suya. Así pues, le obligo a que mediante sus actos y su trabajo sirva a mis fines en lugar de a los suyos.» Arthur Schopenhauer; Metafísica de las costumbres §289

No obstante, esto no quiere decir que utilizar a seres sintientes esté mal siempre y en cualquier caso. El uso de animales sería aceptable siempre que se cumplieran dos requisitos básicos fundamentados en reconocer que los seres sintientes son individuos con voluntad e intereses propios:

[1] Consentimiento


[2] Respeto de sus intereses básicos


Para que pueda haber consentimiento tiene que tratarse del caso de un ser consciente que tenga la capacidad de darse cuenta de lo que implica su utilización y de poder comunicarnos dicho consentimiento. Esta circunstancia sólo nos es posible a nosotros en el caso de seres humanos, a partir de cierta edad y desarrollo mental, con los que nos podamos comunicar. El resto de animales no tienen dicha capacidad o no nos la pueden comunicar. 


En todo caso, el hecho de que no pueda haber consentimiento explícito por su parte hace inaceptable de por sí cualquier utilización que hagamos de ellos. Sin consentimiento expreso no puede haber ningún uso moralmente aceptable sobre nadie.

El consentimiento es un requisito necesario aunque no es suficiente. Porque cualquier uso que implique cosificación o violación de los intereses fundamentales es moralmente inaceptable incluso aunque se hiciera con consentimiento.

Por todo esto, afirmamos que la explotación de los animales es injusta ya que viola su condición de sujetos, de seres conscientes, y porque quiebra el principio de igualdad.

Incluso aunque la explotación sobre los animales no implicara causar algún perjuicio o muerte a nuestras víctimas —lo cual sería bastante inusual por no decir casi imposible en la práctica— seguiría siendo igual de injusta. De todos modos, la realidad es justo lo contrario. Así, por causa directa de su explotación, millones de animales no humanos son coaccionados, agredidos y asesinados cada día para beneficio humano.

Los animales, en tanto que seres dotados de sensibilidad, existen como fines en sí mismos, y no como medios para fines de otros. La búsqueda de su propia conservación y su propio bienestar es el propósito de cada vida sintiente. Existen por sí mismos y para sí mismos, y, por ello, no es justo forzarlos a sacrificar sus intereses para beneficio de otros o para lograr la consecución de algún ideal. Así lo expone el profesor Tom Regan:

«Nuestro error fundamental no está en el hecho de que encerremos a los animales, causándoles soledad y angustia, en que les provoquemos sufrimiento, o en que ignoremos sus deseos. Claro que todo eso está mal, pero no es el error fundamental. Son consecuencias de nuestro fundamental error moral, que consiste en ver a los animales como seres que carecen de valor intrínseco, como recursos para nuestro beneficio.» Tom Regan; The Case for Animal Rights [1985]

Es por todo esto en esencia que afirmamos que es inmoral vivir a costa de la explotación de otros animales.

Afortunadamente sucede que tenemos la opción de vivir sin explotación animal: asumiendo el veganismo y aplicándolo en nuestra vida cotidiana. Por tanto, si queremos ser justos con los demás animales, ésta es la decisión que deberíamos tomar.

3 de noviembre de 2011

Comer animales no nos hizo más inteligentes



Otro argumento que se suele utilizar para intentar justificar nuestra explotación sobre los demás animales es el efecto que tuvo el consumo de carne en nuestra evolución. Se alega que comer a otros animales favoreció la evolución de nuestro cerebro. Vamos a analizar concisamente este argumento para intentar esclarecer su validez.

No hay evidencia de que comer animales influyera en nuestra evolución


Desde el punto de vista científico, no está demostrado que el consumo de animales influyera en la evolución biológica del cerebro humanoLa teoría de que el consumo carne influyó en la evolución humana no está probada como hecho. Hasta el momento no pasa de ser otra cosa que una mera hipótesis indemostrada.

Además, existen otras líneas de investigación sobre la evolución humana que postulan que fue la interacción social lo que desarrolló nuestra inteligencia o que señalan que el consumo de carne no tuvo influjo relevante en nuestra evolución —especialmente en el desarrollo del cerebro— y que ese desarrollo fue más bien debido al consumo de carbohidratos; lo cual tiene bastante más sentido teniendo en cuenta que el cerebro se alimenta principalmente de glucosa y otros nutrientes que están en los vegetales, especialmente en la fruta.

Nos encontramos pues ante otro mito que circula en el inconsciente colectivo como excusa para intentar justificar el consumo de animales apelando a un supuesto beneficio que hemos obtenido de ello. Se trata de una excusa similar a la que dice que está bien comer animales porque somos omnívoros o porque estamos situados dentro de supuesta cadena alimenticia que nos obliga a comer animales.

Parece que se trata de encontrar algún argumento que justifique la explotación animal sin importar la veracidad de los hechos ni su consistencia racional. Parece que sólo pretenden buscar alguna excusa que pueda servir para defender el hecho de que explotemos a los demás animales.

El antropocentrismo —al igual que cualquier otro prejuicio de tipo irracional— deteriora y pervierte nuestra racionalidad, al querer dar por ciertos unos hechos que no están comprobados en modo alguno, sólo por la intención de intentar justificarse a sí mismo a posteriori.

El supuesto efecto evolutivo del consumo de carne es moralmente irrelevante

Lo más importante a tener en cuenta en todo este asunto es que no es moralmente relevante el hecho de si comer animales supuestamente favoreció el desarrollo de la inteligencia humana.

Este tipo de argumentos que apelan al beneficio que obtenemos, aunque fueran ciertos, no tienen relevancia desde el punto de vista ético.

La moral se refiere la consideración igual de los intereses de todos los afectados por nuestros actos. La moral racional comienza por respetar a todos los seres conscientes como personas y tener en consideración igualitaria sus intereses.

Comernos a otros individuos sólo porque lo deseamos o porque nos produce placer, o porque nos conviene, no tiene nada que ver con la moral sino que es precisamente lo contrario a la moral, porque tratamos a un ser consciente como si fuera un objeto y no como alguien que tiene intereses dirigidos a su propia conservación y bienestar. Al explotar a los animales estamos violando su valor inherente y vulneramos el principio de igualdad,; que son los fundamentos de la ética.

Además, si algún supuesto beneficio que obtuviéramos al consumir carne justificara la práctica de comer animales no humanos entonces igualmente también justíficaría el hecho de comer seres humanos, que también son animales y están hechos de carne. Pero como estamos acostumbrados a pensar bajo el paradigma del especismo pasamos por alto esa consecuencia lógica del criterio que elegimos para intentar justificar la explotación animal.

No tiene nada de razonable continuar lo que hacían nuestros antepasados sólo porque ellos lo hicieran o porque les aportara algún supuesto beneficio. Nosotros disponemos actualmente de otras formas de obtener los alimentos que necesitamos sin tener que recurrir a explotar a nadie.

El veganismo no va en contra de la evolución humana. Nuestra evolución como especie se ha desarrollado para dotarnos de moralidad. Asimismo hemos desarrollado la capacidad biológica de poder vivir saludablemente comiendo sólo vegetales. Poseemos la capacidad de vivir sin utilizar animales y la inteligencia para razonar que es injusto tratar a los animales como objetos para nuestros beneficio. Por tanto, el veganismo no contradice la evolución humana sino que es parte de ella.

La explotación animal es injusta, es dañina y es innecesaria. No hay ninguna razón ni excusa que la pueda justificar. Participar en ella supone causar sufrimiento y muerte a otros animales por mero placer o por la mera inercia de seguir una costumbre que nos inculcaron en la infancia.

Todos los argumentos usualmente esgrimidos para justificar nuestra explotación sobre los animales no humanos son irrelevantes desde una perspectiva ética. Ya se trate del placer, o de la tradición, o de la supuesta 'superioridad humana'. Nada de esto justifica moralmente utilizar a otros individuos sin su consentimiento para nuestro propio beneficio.

No hay un argumento moral que justifique comer animales o en general explotar animales para nuestros propósitos. Tampoco hay razón que nos impida elegir el veganismo.

Comer animales no nos hizo más inteligentes, pero sí nos ha hecho más injustos en nuestra relación con los demás animales. Está en nuestra mano el remediar esta injusticia.

POSDATA

3 de junio de 2018

Recientemente se publicaron en la revista Cell unos estudios que apuntaban que el desarrollo cerebral que se produjo en nuestros ancestros directos hace unos pocos millones de años estuvo causado por una mutación genética. Creo que tiene más sentido desde el punto de vista evolutivo descubrir que el desarrollo particular de la inteligencia humana fue causado por una mutación genética, frente a la hipótesis de que fue debido al consumo de carne.

26 de enero de 2022

El Comité de Médicos para una Medicina Responsable notifica que el consumo de carne no favoreció el desarrollo del cerebro humano, según un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences. Los investigadores analizaron datos arqueológicos de yacimientos de África oriental y descubrieron que el consumo de carne no aumentó con el tiempo y sugieren otras razones para el aumento del tamaño anatómico y los cambios de comportamiento en los primeros Homo erectus. Estas conclusiones contradicen el mito de que el consumo de carne provocó cambios anatómicos en los primeros humanos.